Los Pedroches

Las huellas de la Guerra de la Independencia en Belalcázar

Castillo de Belalcázar con las huellas de los cañonazos ingleses. Castillo de Belalcázar con las huellas de los cañonazos ingleses.

Castillo de Belalcázar con las huellas de los cañonazos ingleses. / Sánchez Ruiz

Escrito por

· F. J. Cantador

Redactor

El Castillo de Belalcázar, construcción de estilo gótico-militar iniciada en la segunda mitad del siglo XV por los condes de Sotomayor y Zúñiga y que cuenta con la Torre del Homenaje más alta de todas las fortalezas de la Península Ibérica -de casi 50 metros-, conserva las huellas de lo vivido en este municipio de Los Pedroches durante la Guerra de la Independencia. De hecho, el mayor daño sufrido por este monumento a lo largo de su historia tuvo lugar durante la invasión napoleónica, daño que queda patente en la huella que dejaron en las paredes del castillo los cañonazos que recibió, pero no precisamente de las tropas galas.

La Guerra de la Independencia Española -una de las llamadas guerras napoleónicas- comenzó el 2 de mayo de 1808 y enfrentó a las potencias aliadas de España, Reino Unido y Portugal, contra el primer imperio francés, cuya pretensión era la de instalar en el trono español al hermano de Napoleón, José Bonaparte, tras las abdicaciones de Bayona. Dentro de esa contienda, el prólogo a lo que iba a ser la invasión de Belalcázar, en la que jugó, como escenario, un importante papel el Castillo, comenzó el 16 de enero de 1810.

La Asociación Cultural Turdulia Belalcazarensis ha rescatado el manifiesto con el que Belalcázar proclamó, como capital del condado al que daba nombre,  el 7 de junio de 1808 su levantamiento contra Napoleón y la ocupación francesa, aprovechando además, a través de un artículo que lleva la firma de Manuela Caballero Armenta de Medina, para repasar los acontecimientos más significativos ocurridos en la localidad durante la Guerra de la Independencia.

Ese documento relata que fue el 16 enero de 1810 cuando aparecieron por primera vez las tropas francesas por la localidad cuando iban camino de Córdoba. En concreto fueron 60 dragones del mariscal Víctor que se encontraba en Almadén (Ciudad Real) con el objetivo de adentrarse en Andalucía. En ese momento, las tropas pasaron de largo, pero los belalcazareños, incluidas también las monjas del convento de Santa Clara de la Columna, huyeron de la villa hacia las dehesas de las Alcantarillas, Cachiporro, Armijos y Madroñiz, quedando en el municipio solo unos 40 vecinos, incluidos los párrocos. Uno de ellos, Clemente Arribas, con ayuda de unos 800 hombres, trajo en jaque a los franceses durante casi todo el tiempo de su estancia en Belalcázar.

Recreación histórica del asedio de las tropas inglesas al castillo de Belalcázar el 6 de mayo de 1811 . Recreación histórica del asedio de las tropas inglesas al castillo de Belalcázar el 6 de mayo de 1811 .

Recreación histórica del asedio de las tropas inglesas al castillo de Belalcázar el 6 de mayo de 1811 . / El Día

Ese mismo año, el 14 abril de 1810 llegaron 180 soldados franceses a la localidad de Los Pedroches para exigir a los vecinos el cobro de 100.000 reales, y el 25 de mayo se desplazó hasta el mismo una compañía de la infantería francesa para tomarlo. Después de ello, en junio, el gobernador general de la provincia ordenó habilitar el Castillo para que se alojaran en él las tropas francesas, en concreto, 200 soldados de infantería y caballería. Los franceses realizaron en el monumento obras, casi todas de demolición, y para organizar mejor la defensa desmontaron las almenas que coronaban la fortaleza labradas en flor de lis. También lo convirtieron en almacén de intendencia.

Al año siguiente, el 5 febrero de 1811, los galos convirtieron el convento de San Francisco -o de los Cinco Mártires de Marruecos en prisión acogiendo a unos 300 españoles procedentes de Ébora, una antigua ciudad situada en el término de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz. Al mes siguiente se estableció en este convento la llamada Guarnición de Badajoz (unos 9.000 efectivos), mientras que sus oficiales lo hacían en viviendas del pueblo, que se quedó pequeño para tantos habitantes.

Luego, el 6 mayo, una división inglesa de 5.000 hombres sitió el castillo, que estaba en ese momento ocupado por unos 40  soldados galos, al mando del teniente Charpentier. La artillería inglesa, ubicada cerca de la fuente de Ulloa, disparó al monumento unos 200 cañonazos y desconchó la muralla oriental del mismo. Debido también al fuego de fusiles, el ataque se saldó con varios heridos y dos muertos del bando inglés. El sitio del Castillo solo duró un día.

Detalle de las huellas de los cañonazos ingleses en el Castillo de Belalcázar. Detalle de las huellas de los cañonazos ingleses en el Castillo de Belalcázar.

Detalle de las huellas de los cañonazos ingleses en el Castillo de Belalcázar. / Sánchez Ruiz

El prólogo a la expulsión del ejército invasor comenzó en la noche del 6 junio de ese año, cuando, apoyado por unos 1.000 hombres, el brigadier Pablo Morillo llevó a cabo una emboscada contra los 560 soldados franceses de la columna móvil del partido de la sierra e hizo 113 prisioneros. Aunque se realizaron bastantes disparos en el pueblo, se produjeron muy pocos finados -siete en total- y pocos heridos. El siguiente episodio del conflicto se produjo el 28 agosto de 1812, día en el que  los franceses abandonaron el castillo y la villa de Belalcázar. No obstante, no fue hasta el 11 septiembre de 1812 cuando la localidad fue finalmente liberada del dominio galo gracias a una división armada al mando del conde de Penne y el brigadier Morillo.

A modo de epílogo, para manifestar su oposición a la invasión napoleónica, Belalcázar rubricó un manifiesto en defensa de Fernando VII y de la corona española, que se conserva en la Biblioteca Nacional, tal y como destacaba Caballero Armenta de Medina.

Tras la ocupación francesa, entre reestructuraciones para adaptarlo al uso de las tropas y ataques armados a la fortaleza, el Castillo, sobre todo la parte de su palacio, quedó muy deteriorado. Después de todo esto, y temiendo los vecinos que volvieran de nuevo los franceses, pidieron a la condesa de Belalcázar que les permitiera desmantelar las torres, accediendo ella a esta solicitud con el fin de dificultar un posible nuevo asentamiento de las invasoras fuerzas napoleónicas.

Desafortunadamente algunos vecinos abusaron de esta licencia y aprovecharon para tomar materiales del castillo -piedras lisas, labradas y escudos- y utilizarlos en la construcción de algunas casas de la villa, como puede verse por ejemplo en la de la administración de los duques de Osuna, herederos de los de Béjar. Se quitaron las plantas de los pisos y se dejó vacía la torre.

No solo la invasión francesa provocó daños en el Castillo, sino que también lo hizo en la economía de los belalcazareños, como en otras tantas zona de España. Según publicó Manuel Rubio Capilla, uno de los cronistas oficiales de la villa, fueron muchos los dineros y bienes que los habitantes debieron costear para la manutención de las tropas galas.

Así en su artículo titulado Dinero aportado por el pueblo de Belalcázar durante la Guerra de la Independencia para la subsistencia de las tropas francesas, indica que en el legajo 345 del Archivo Municipal existe un expediente que trata de este asunto. Si leemos con detalle su escrito, comprobamos que fueron muchas las personas que aportaron importantes cantidades de dinero para esta manutención y para el pago de la pena a esta villa por la venida de las tropas inglesas. También hubieron de dar muchas fanegas de trigo, cebada y vino, así como reses vacunas y ganado de carneros y cabrío y paja y leña.

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