Revival alimentario

La tribuna

10392664 2025-01-12
Revival alimentario

12 de enero 2025 - 03:08

Acabados los roscones, polvorones, las bolitas de coco, el salchichón en tacos, anisetes y cavas varios, las comidas de amigos, familiares o compañeros (ya sea del curro, gym o cofradía), maltratado nuestro estómago con gusto y saña, ahora toca reponerse y limpiar, que es una palabra que se usa mucho por esta época. Limpiar. Tal vez sea el gran propósito, y hasta enmienda, en el que más coincidimos. Y es que miramos hacia adelante y vemos la playa, la piscina, las mangas cortas, la tripa al aire, y queremos seguir manteniendo el tipito o tipazo, aunque nuestros días de pasarela (si es que alguna vez existieron) ya hayan quedado muy atrás en el tiempo. Piña y pollo, ese clásico depurativo. El kiwi en ayunas. Naranjas por doquier. La célebre y siempre cuestionable dieta Dukan, con esas toneladas de pollo a todas horas. Varios litros de agua. El regreso al gym (o a pagar las cuotas, que no siempre es lo mismo). Batidos varios, barritas a media mañana.

La farmacia y la innovación han empezado a ofrecer sus propias respuestas, sobre todo si tienes pasta y te puedes permitir esas inyecciones milagrosas y carísimas que te ayudan a adelgazar en muy poco espacio de tiempo. De los efectos secundarios, ya nos enteraremos más adelante. En estos primeros días de 2025, para mi sorpresa, me he topado con un sinfín de anuncios en redes y webs ofreciendo dietas de adelgazamiento basadas en el consumo de huevos. Sí, huevos. Porque los huevos, no sé si se está dando cuenta, están atravesando por un auténtico revival, y los que hasta hace nada fueran los máximos responsables de nuestro colesterol, y que consumíamos con estricta moderación, los huevos, sí, los huevos, hoy son una proteína preñada de virtudes que podemos comer como si no hubiera un mañana.

Hace poco leí que un investigador (creo que británico) se ha zampado 720 huevos en un mes. Sí, 720. Ríete de los que comió Paul Newman en La leyenda del indomable, una tapita en comparación. Y no le han sentado mal, a este osado investigador, las analíticas le han salido como a un astronauta de la NASA y hasta está reduciendo el tanto por ciento de su colesterol. Mágicos los huevos. Me llaman la atención los cambios de tendencia en cuanto a nuestra alimentación. Recuerdo, siendo niño, aquel tiempo en el que comer sardinas, boquerones o caballas era casi como envenenarse, por lo nocivo que se consideraba el denominado pescado azul y hoy es apreciado Omega3. O recordemos nuestro maltratado aceite de oliva, cuando se recomendaba un consumo más que restringido, y a un precio ridículo, sobre todo si lo comparamos con el actual. Y así podríamos mencionar las carnes rojas, los plátanos, el pollo, el conejo o las legumbres. Hasta no hace tanto, eran los huevos los que caducaban en mi despensa, un lugar ocupado en la actualidad por la leche, a la que le hemos declarado la guerra, situando a lactosa en el origen de muchos de nuestros males. Sueño con el día en el que alguien anuncie, un investigador si es posible (que eso siempre transmite seguridad), que los chicharrones, la pringá o la fabada son alimentos sanísimos, que podemos comer a nuestro antojo. Alabado sea ese día. Y alabado sea ese investigador, que se merecería una estatua en todas las plazas del país, y creo que me quedo corto.

Reconozco que he vuelto a los huevos, sin las precauciones de los últimos años. Los como a diario, como me recomiendan, su proteína te va de maravilla, me repiten con frecuencia. Ha sido fácil convencerme. Qué rica una tortilla francesa calentita para desayunar. O la sencillez de un huevo duro, o rellenos, sobre una base de lechuguita fresquita. O recuperar el sabor de los huevos pasados por agua, que a mí me trasladan a la infancia. O los llamados poché, esa versión cursi que tan de moda están, o ese huevo que termina de cuajar en la sopa de picadillo. Siempre me han gustado los huevos, y el comerlos sin complejos, sin miedo, es un auténtico placer. Lo que espero es que sus virtudes y bondades permanezcan en el tiempo, que no vuelvan a ser ese embajador del colesterol que nos vendieron durante tanto tiempo. Porque no estoy haciendo un Paul Newman, ni tampoco voy a llegar a los 720 del investigador de marras, pero pocos, lo que se dice pocos, no estoy comiendo.

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