Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Soñar

No intentemos incluir también a los sueños en la disciplina que entraña vivir. Ya tenemos demasiadas tablas de excel, demasiados argumentarios a repetir, hipotecas y prestamos

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Soñar

De todas las capacidades con las que contamos, algunos no tenemos tantas, la que más me gusta y atrae es la de soñar. Y puede que no sea una capacidad, ya que no la controlamos. Creo que sueño todas noches, pero no todas las mañanas recuerdo lo que ha soñado la pasada noche. Y cuando lo recuerdo, suelo anotarlo en una pequeña libreta que siempre tengo en al mesita de noche. La libreta de los sueños. Muchos de esos sueños luego han sido capítulos de novelas, relatos, hilos o artículos. Durante la infancia y la adolescencia era muy bipolar en mis sueños: o eran un sueños fabulosos, en todos los sentidos, o eran terribles pesadillas. Todos esos traumas que arrastramos a lo largo de nuestras vidas los convertía en sueños. Los sueños más complejos o acomplejados, según como se mire. Cuando tocaban los sueños fabulosos trataba de quedarme en la cama y fingir que dormía y, deliberadamente, continuar con ese sueño. Recuerdo sueños muy aventureros, en esas junglas que veía en las películas de Tarzán, o en los mismos lugares por los que transitaba el blanquecino Tintín, siempre acompañado de Milú, su inteligente perro.

Muchos de esos sueños los representaba posteriormente con mis madelmanes y con una caja de cartón, que convertía en un Saloon, en un castillo, en una tienda de campaña o en lo que hiciera falta. Ahora los convierto en palabras. De un modo u otro, sigo jugando con mis sueños. Siempre le he sacado rendimiento a mis sueños, convencido de que no llegan a mi cabeza por casualidad, que son el cúmulo o el producto de algo que sigue siendo muy difícil, por no decir imposible, de explicar. Porque, desde siempre, se han interpretado con profundidad los sueños, o hemos pretendido interpretarlos, y tengo la impresión de que aún seguimos lejos de haber encontrado todas las respuestas. A lo mejor no existen esas respuestas.

Si fuera así, he de reconocer que en gran medida lo agradezco. No creo que haya que responder a todo, del mismo modo que considero que no hay que entender e interpretar todo. Pienso en un cuadro abstracto. Nos seduce o hipnotiza porque las formas y los colores conforman un embaucador universo de belleza y curiosidad que nos atrapa. Porque contiene un misterio que no controlamos, desconocido, tal vez incierto. Puede que no exista ese mensaje, esa respuesta, que siempre estamos buscando. Por eso puede que muchos de nuestros sueños sean algo parecido a la ciencia ficción, a la fantasía, a la magia, y se construyen desde la no realidad. No todo tiene que ser real. Soñemos. Para la rutina, para lo que sabemos, ya tenemos los lunes y los martes, todos los días y meses, la agenda y el calendario, el despertador cada mañana. Cafetera y mantra. Ese despertador que es el aguafiestas, con frecuencia, de los mejores sueños. Qué mal llevo que me interrumpan un sueño que estoy disfrutando. Son como un preciado manjar, raro y exquisito, que se saborea más por su escasez que por su paladar, porque es diferente.

No intentemos incluir también a los sueños en la disciplina que entraña vivir. Ya tenemos demasiadas tablas de excel, demasiados argumentarios a repetir, hipotecas y prestamos, no sólo monetarios, como para tratar de reconducir nuestros sueños. Que tal vez sea la única parte libre, realmente libre y salvaje, y por eso no controlable, que nos queda. En tiempo de realidades hirientes, realidades no deseadas, ya sean personales o colectivas, los sueños pueden llegar a ser un tratamiento de choque, una transfusión de esperanza, de alegría, bondad. Sentirnos bien, aunque sea con los ojos cerrados. Tampoco renunciemos a los sueños que fabricamos con los ojos abiertos. Que no se cumplan puede que forme parte de la lógica, pero el simple hecho de imaginarlos ya es como encender esa luz, que nos apacigua cuando la oscuridad lo cubre todo.

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