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Carlos Colón
Verano de crisis y bombas
¡Oh, Fabio!
Pedro Sánchez y su búnker intentan aguantar lo inaguantable. Ayer lo demostró en una de las comparecencias más alucinantes de un presidente de la Democracia: “Mi deber como capitán”, etcétera... En este sentido, el presidente recuerda al Hitler de los últimos días en Berlín, cuando aún deliraba con divisiones fantasmas que lanzarían contraataques fulminantes y armas secretas que evaporarían a los ejércitos aliados. Después, en un instante de lucidez, se pegó un tiro en la cabeza.
Estos días vemos a un Sánchez que se aferra a la posibilidad de sobrevivir a la terrible realidad de que sus dos secretarios de organización (a uno de ellos también lo nombró ministro de Transportes) formaban parte de una trama de corrupción de la que, por ahora, solo conocemos una mínima parte, aunque cargada de detalles chuscos y desoladores; una trama de la que el todavía presidente del Gobierno es, quiera o no, culpable: bien por haber participado en la corrupción (algo que en estos momentos es pura ficción), bien por haber permitido que ésta se desarrollase delante de sus narices sin que él se enterase. A veces es mejor pasar por malvado que por tonto.
Sánchez puede hacer todos los cambios que considere en el PSOE, un partido que él personalmente se ha encargado de convertir en un erial; puede, como está vendiendo, “hacer limpieza” y sacar alguna coneja de la chistera, pero todos saben que es imposible la redención de los socialistas mientras él siga en su cargo. El presidente puede, también, intentar alargar la legislatura hasta 2027, incrustarse en la Moncloa como los chicles en los adoquines. Al fin y al cabo, el llamado “bloque de progreso” está dominado por un conglomerado de parásitos, independentistas y radicales dispuestos a ordeñar la vaca del sanchismo hasta que sea posible. En este aspecto, el autodenominado “capitán” lo puede tener fácil, pues solo le hace falta tirar de falta de escrúpulos, ceder en todo y pasarle la factura a los españoles.
Todo lo dicho es posible, pero, muy probablemente, el ritmo y la intensidad de las noticias vinculadas a la corrupción socialista irán creciendo y, con ellas, el clamor de cambio. Muchos Francos habrá que desenterrar para enderezar la situación. Pero ya no podrá salir del búnker en el que se ha metido. Y ya saben el final de la historia.
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