La quiebra

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Si los temporales de Valencia y sus más de doscientos muertos nos convencieron del fracaso absoluto del sistema autonómico, el apagón nacional del 28 de abril nos debiera abrir los ojos de una maldita vez acerca de la inexistencia, más allá del gigantesco cascarón y el opulento oropel, del Estado español. Lo que pudo sospecharse durante el conato de secesión catalana de 2017, lo que ya se hizo patente durante la terrible pandemia, lo que paralizó Filomena y vomitó el volcán, lo que ha aflorado cada vez que el país ha tenido que enfrentarse a una crisis del tipo que sea desde entonces, ha saltado a la vista del mundo y de los ciudadanos que aún mantengan un mínimo de clarividencia exactamente a las 12:33 del día 28 de abril de 2025: que la vieja nación llamada España está en manos de una inmensa banda de ineptos, inhábiles para todo excepto el saqueo, que se sirven de la autoridad que les ha sido concedida para aferrarse a un poder que les permite, a la vez, el pillaje y la impunidad de sus latrocinios y de los desastres que ocasionan.

Cuanto más se va sabiendo de las causas de la catástrofe que para tantos y tantos españoles de a pie han supuesto esas horas inconcebibles, más meridiana se hace la irresponsabilidad de unos dirigentes políticos y de unos supuestos gestores de grandes empresas que no las administran, sino que las usufructúan. Entre todos ellos, hay que preguntarse especialmente por la petulante Beatriz Corredor, cuyo sueldo anual al frente de Redeia o Red Eléctrica supera los 500.000 euros, desaparecida durante toda la crisis y que solo debiera reaparecer para presentar su dimisión vestida de saco y coronada de ceniza. ¿Y qué decir de las ministras Teresa Ribera –premiada con un millonario alto cargo en la Comisión Europea– y Sara Aagesen, cuyas políticas energéticas han propiciado de forma directa el desastre tantas veces anunciado y tantas veces negado? Y sobre todo, ¿qué podemos no ya decir, porque sobre él está dicho todo desde hace años, sino hacer con ese Pedro Sánchez que parece nacido para enterrar a la nación y al Estado, el más nefasto, corrupto e infatuado botarate que todos los demonios de España hayan engendrado nunca? Cada uno de sus votantes debiera pensar hoy si no habría hecho mejor cortándose la mano antes de meter la papeleta en la urna. Y lo que aún nos espera y veremos hasta que el buen Dios nos libre de esta pesadilla.

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