La ciudad y los días
Carlos Colón
Los hijos del zapatero judío
El zapatero judío Benjamin Varna dejó su Polonia natal en 1883 por Hamburgo, primero, y Estados Unidos, después, en busca de un futuro para su familia, a la que dejó en la aldea polaca. Al poco de establecerse en lo que para ellos, como para tantos inmigrantes, era la tierra prometida en la que cada hombre podía labrarse un futuro, se reunieron con él su mujer, Pearl Leah Eichelbaum, y sus hijos Hirsch y Anna Varna.
Tras unos años difíciles entre Estados Unidos y Canadá, incrementada la familia por los nacimientos de Albert y Samuel, a los que se sumaron dos hermanas, la situación mejoró cuando abrió una zapatería en la dura, violenta y dominada por los gánsteres Youngstown, que daba trabajo a sus cuatro hijos: Hirsh, ahora Harry, Albert y Jacob, ahora Jack, que cambiaron su apellido Varna por Warner.
Como muchos otros inmigrantes judíos, los hermanos Warner vieron un nicho de negocio en el naciente negocio, modesto en beneficios y de dudosa reputación, del cinematógrafo. En 1903 Harry se convirtió en un exhibidor ambulante por zonas rurales; en 1904 él y sus hermanos crearon la compañía de distribución Warner Pittsburgh y abrieron su primera sala en New Castle.
El negocio de distribución y exhibición se expandió hasta permitirles dedicarse a la producción, primero de forma muy modesta y con más ambición a partir de la creación en 1918 de su propio estudio en Hollywood, que adquirió su definitiva estructuración en 1923 como Warner Bros Pictures. Posteriores adquisiciones de otras productoras y circuitos de salas, más el éxito de su apuesta por el sonoro en 1927 con El cantor de Jazz, la convirtieron, junto a MGM, Paramount, 20th Century Fox y RKO, en una de las poderosas Mayors que formaban el grupo de las Big Five que dominaron Hollywood durante cuatro décadas al unir producción, distribución y exhibición.
La productora de gloriosa historia que tantas obras maestras ha dado al cine es disputada hoy por Netflix, que ofrece 83.000 millones de dólares, y por Paramount, que contraataca con 108.000 millones, en una guerra de alcance mundial que será decisiva para la industria del entretenimiento y la conformación del imaginario colectivo. No está mal para ser la creación de los hijos del zapatero judío que dejó Polonia por la tierra –esta vez sí– de la gran promesa.
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