La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Así estaban las cosas

Nada preparaba en el cine español para el deslumbrante, conmovedor, silencioso y calmo estallido de Erice

Hace 50 años El espíritu de la colmena llegó cargada de premios del Círculo de Escritores Cinematográficos y los festivales de San Sebastián, Londres, Turín y Chicago. Cayó en las carteleras como un objeto extraterrestre (o extrahispano) sin conexión con el pasado y el presente de nuestro cine. Fracasó en taquilla, como pronosticaron los censores en su informe. No había público para Erice. El cine español pescaba sus espectadores en los cuatro estanques de la comedia en los inicios del destape, la tercera vía de un cine comercial de cierta calidad, el de “autor” con mensaje antifranquista hasta dónde se podía engañar a la censura y el terror ligero de ropas.

Aquel año 73 se estrenaron las comedias con cantante Qué cosas tiene el amor de Peret, Volveré a nacer de Raphael, Me has hecho perder el juicio de Manolo Escobar, Casa Flora de Lola Flores, La chica del Molino Rojo de Marisol y Mi profesora particular con Serrat (todo el mundo tiene un pasado) y las de destape Lo verde empieza en los Pirineos, Doctor, me gustan las mujeres, ¿es grave? o Manolo la nuit. Buscaban la tercera vía, siempre con su pellizco de destape, Separación matrimonial de Fons, Tarot de Forqué, No es bueno que el hombre esté solo de Olea, La corrupción de Chris Miller de Bardem, El niño es nuestro de Summers, Un casto varón español de Armiñán o La campana del infierno en cuyo rodaje se mató Guerin, que había debutado con Erice en Los desafíos cuatro años antes.

Entre las de autor con o sin mensaje político se estrenaron Vera, un cuento cruel de Molina, La leyenda del alcalde de Zalamea de Camus, La loba y la paloma de Suárez y sobre todo Habla mudita de Gutiérrez Aragón y La prima Angélica de Saura. Mientras triunfaban en los cines de periferia y de verano La rebelión de las muertas, La saga de los Drácula, La orgía nocturna de los vampiros, El gran amor del conde Drácula, El jorobado de la morgue, La orgía de los muertos, El espanto surge de la tumba o El ataque de los muertos sin ojos. A las que se pueden sumar alguna extravagancia inclasificable que parasitaba éxitos del momento como Los Calatrava y el imperio del kárate, El padrino y sus ahijadas, Le llamaban la Madrina o Una gota de sangre para morir amando, versión española de la prohibida Naranja mecánica.

Así estaban las cosas cuando llegó Erice.

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