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Alberto Grimaldi
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El oficinista Bernardo Soares, que trabajaba en una oscura oficina lisboeta en la Rua dos Douradores, escribió en una especie de diario que llevaba: “He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la fe en Dios por la misma razón que sus mayores la habían tenido: sin saber por qué”. El oficinista era, por supuesto, un invento de Fernando Pessoa, y la anotación formaba parte del caudal de notas dispersas que llegaría a formar El libro del desasosiego. Si hay una mente cuántica en la literatura europea, capaz de desmenuzar cualquier pensamiento hasta llegar a las partículas fundamentales que lo integran –a sus quarks mentales, podríamos decir–, ese es Fernando Pessoa. Y este razonamiento lo demuestra muy bien. ¿Por qué el ser humano del siglo XX, y no digamos ya del siglo XXI, perdió la fe? No lo sabemos. Pero cuidado: tampoco nuestros bisabuelos sabían por qué creían. O mejor dicho, por qué creían que creían.
Me he acordado del oficinista Soares al leer la noticia de la aplastante victoria de un “musulmán socialista” –de nombre Zohran Mamdani– en las elecciones para la alcaldía de Nueva York. Entiendo que ese hombre haya ganado en barrios pobres como el Bronx, pero es que ha ganado sobre todo en los ricos. En Park Slope, uno de los barrios más caros de Brooklyn y con una población mayoritariamente judía, Mamdani ha arrasado con un 77% de los votos. Y eso que Mamdani es un candidato al que no se le conoce oficio ni beneficio, aparte de ser hijo de una familia pudiente (el padre es profesor en Columbia y la madre es una directora de cine hindú) que profesa una ideología marxista que se funda en el odio a Israel y en la promesa de aplicar una economía de subsidios generalizados que se financiaría con impuestos a los ricos.
¿Qué lleva a la gente rica de Nueva York a votar a Mamdani, y más aún si esa gente es judía? ¿Qué ven en él? ¿Es por esnobismo? ¿Es por seguir la corriente? ¿Y no se dan cuenta de que al final serán ellos, los burgueses que viven en Park Slope, los que van a pagar el pato porque los ricos de verdad se irán de Nueva York? Da igual: todo es cuestión de fe. Y por lo mismo que hace tiempo dejamos de creer en Dios sin saber por qué, también hemos empezado a creer en cualquier charlatán sin saber tampoco por qué. Y ahí los tenemos.
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