reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

La caza

LA escopeta de caza es el arma-metáfora. La escopeta de caza es el mejor símbolo posible de la tragedia vivida últimamente en España con los asesinatos de mujeres, con estas agresiones repetidas, terribles, que no por repetidas y brutales, con su apariencia de distanciamiento de cualquier vida serena, dejan de estar presentes en nuestra vida diaria. La escopeta de caza es el arma-metáfora porque no es ya terror doméstico, ni siquiera violencia contra las mujeres, ni mucho menos una expresión tan neutral como violencia de género; es, sencillamente, un coto de caza abierto a los tarados, a la bestialidad de unos salvajes que han convertido nuestra propia geografía sentimental, íntima y urbana, en una especie de Ciudad Juárez dispersa sobre el mapa.

Ayer comenzó en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Córdoba el juicio con jurado por el asesinato de Carmen Romero, aquella chica de Rute que presuntamente fue abatida a tiros por su antigua pareja en las mismas puertas del centro de menores en el que residía, en un régimen semiabierto, bajo la tutela de la Junta de Andalucía. La muchacha falleció tres años después, y la médico forense que estudió su historial clínico ha concluido que "puede establecerse una relación de causalidad" entre la muerte de la chica y las patologías derivadas de los disparos, que además la dejaron impedida en una silla de ruedas. Así, el Ministerio Público pide para Manuel García, el antiguo compañero, o pareja, o lo que sea, de Carmen Romero, 20 años de prisión por un delito de asesinato al concurrir alevosía, y también otros 15 para Manuel Roldán Caballero como cooperador necesario, porque le prestó la escopeta y, según parece, estaba en conocimiento del uso que el presunto asesino tenía pensado darle. Además de alevosía -consistente en dejar totalmente indefensa a la víctima en el momento de la agresión, asegurándose el asesino que no tiene posibilidad alguna de reacción: qué se puede hacer, frente a un ataque con una escopeta de caza esperando en silencio-, media también, por lógica, premeditación: el acusado la estuvo esperando durante más de hora y media -tiempo más que suficiente para desistir de un posible arrebato- y antes había ido a pedir el arma a un amigo, sin cuya colaboración imprescindible el crimen no se habría consumado; al menos, no de esta manera. Hay cuatro acusaciones particulares: la madre y el padre de Carmen, la Junta de Andalucía y la Abogacía del Estado.

Violento y celoso, dicen quienes conocen al presunto asesino. Qué más da. Es uno más. Es un cazador más. Con presunción de inocencia, desde luego: ojalá fuera inocente, claro. Y ojalá no hubiera ocurrido. Ojalá Carmen Romero no hubiera tenido que sufrir tres años en una silla de ruedas, para luego morir terriblemente. Qué sociedad. Qué vida. Cuánta hartura. Qué asco.

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