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Casi a la vez que Sánchez se daba un baño de aplausos ugetistas, se dictaba la sentencia por el escándalo de las facturas falsas de UGT-A: la Junta debe ser indemnizada con los 40,6 millones de euros de fondos públicos que el sindicato desvió para “financiar actividades propias”, el ex secretario general, el ex vicesecretario general de Administración y la secretaria de gestión económica de UGT-A, más el consejero delegado de Soralpe, han sido condenados a tres años de cárcel y multas de 50 millones de euros por un delito continuado de falsedad en documento mercantil y un delito de fraude de subvenciones, mientras la responsable de Compras lo es, como cómplice, a seis meses de cárcel y multa de 25 millones. No importa porque, como Sánchez dijo a los ugetistas, “estamos en el lado correcto de la historia”.
Durante su comparecencia cínica y exculpatoria en el Congreso llegaba el desenlace del “linchamiento por parte de algunos dirigentes de mi partido” con la dimisión de Lobato, y el hermano del presidente era citado como investigado tras hallar la UCO indicios de delito. Cosas y casos que se suman a otros muchos. No importa. Todos son bulos. Es lo que tiene estar en el lado correcto de la historia. Ya se encargaron los apoyos políticos de Sánchez de dejar claro que hay “jueces que son fascistas y, sobre todo, son clasistas” (Rufián) y los medios afines de interpretar la dimisión de Lobato de manera desconcertantemente opuesta (“El PSOE sofoca la rebelión de Lobato antes del Congreso Federal”) a los críticos (“Moncloa amenazó a cargos medios del PSOE en Madrid para forzar la dimisión”).
No sé si, en el caso de que no hubiera dimitido y acudiera al Congreso de Sevilla (al que no acudirá González, el histórico refundador del partido que tanto han dañado Zapatero y Sánchez), le habrían hecho a Lobato un Hu Jintao, el ex presidente al que, en plena ceremonia de clausura del Congreso del Partido Comunista chino, le dieron un toquecito en el hombro invitándole a dejar su asiento en la mesa presidencial. Se lo llevaron sin que nadie se inmutara. “No mires, está todo decidido”, le dijo Li Zhanshu. La nota oficial lo aclaró todo: “No se sentía bien durante la sesión y su personal, por su salud, lo acompañó a una habitación contigua al lugar de reunión para descansar. Ahora está mucho mejor”. Afortunadamente en democracia las purgas son más suaves e incruentas.
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