El cansancio

Los españoles están cansados y tal vez sea, simplemente, porque hay demasiadas cosas que parecen ir mal

Según un reciente estudio, los españoles están cansados y no saben por qué. No están cansados como lo está quien lleva todo el día de aquí para allá. Parecen estar cansados porque el mundo no tuviera sentido, o tuviera un sentido que no podemos entender, o sí podemos entender pero no logramos controlar.

Los españoles están cansados, y quizás el mundo entero, y tal vez sea simplemente porque hay demasiadas cosas que parecen ir mal: el clima, el trabajo, la vivienda, la familia, el amor, el tiempo, la relación con los hijos, la identidad, la mirada de los demás, la política, las ideas, la intimidad, la salud, el cuerpo. Todo tiene sobre sí un ojo enorme que no se cierra nunca, como el cartel de las gafas gigantes del doctor T.J. Eckleburg en El gran Gatsby.

Puede pensarse que es la condena del conocimiento, el mito fáustico del joven que vende su alma a cambio de saberlo todo, y que en este caso somos todos los que, rodeados de un mundo que se derrumba, estamos condenados a verlo todo, y que por cada paso que podemos dar algo nos retrasa cuatro o cinco.

Steven Weinberg, uno de los principales responsables del modelo estándar, el inventario de los ladrillos sobre los que se levanta toda la física moderna, dijo que “cuanto más comprensible parece el Universo, tanto más sin sentido parece también”. En uno de sus Cuartetos escribió T. S. Eliot:“Humankind cannot bear very much reality”, es decir, la humanidad no soporta mucha o tanta o demasiada realidad. La ciencia y el arte son dos brazos del mismo monstruo que nos lleva al final del camino con el fin de mostrarnos el abrupto abismo sobre el que vivimos.

Hay quienes consiguen integrarse en las pautas que rigen la vida y celebran todas sus manifestaciones. Hay un claro paralelismo entre la teología y la ciencia. Buscar a Dios en todas las cosas es buscar también el principio matemático del que nace todo, el manantial de la vida. El químico Max Perutz dijo de los cristales de hemoglobina que estudiaba que tenían “la estructura cristalina más sencilla de todas las proteínas de peso molecular comparable, con características que hacen saltar de gozo al corazón del cristalógrafo”. Y otro químico, François le Lionnais, escribió: “¿Quién no se ha maravillado al aprender que la función f=ex, como un fénix surgiendo de sus propias cenizas, es su propia derivada?”. El cansancio es no encontrar ese gozo, ese éxtasis, esa llama que no se apaga o que se alimenta como los cirios de las capillas para que la luz siga alumbrándonos, para que sigamos pensando que sólo estando vivos podemos, pese a todo, vivir.

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