Carlos Colón

Tontos sin fronteras contra Karl May

La ciudad y los días

La inquisición de la corrección política ha resucitado el 'Index librorum prohibitorum' en versión laica

29 de agosto 2022 - 01:59

Los tontos sin fronteras no se cansan. Uno de sus logros mayores, esa cultura de la cancelación que es una versión políticamente correcta de antiguas inquisiciones y censuras, la ha tomado ahora Alemania con las novelas de Karl May. Todo aficionado al wéstern sabe que una de las pruebas de su inmensa popularidad fuera de Estados Unidos antes de que el cine lo convirtiera en la épica del siglo XX fue el éxito internacional de las novelas del Oeste de Karl May, publicadas entre 1882 y 1912, en España editadas por Gustavo Gili y Molino a partir de los años 20. Y hay algo aún más llamativo como prueba del éxito internacional de las novelas del Oeste desde la segunda mitad del siglo XIX, mientras tenían lugar los hechos novelados: Karl May era alemán y nunca visitó los Estados Unidos, lo que no le impidió cultivar con éxito un tema entonces reservado a unos pocos autores estadounidenses, desde los pioneros Fenimore Cooper y Washington Irving en la primera mitad del XIX a Francis Bert Harte y Mark Twain en la segunda.

Como es lógico, el cine adaptó desde los años 20 las novelas de May aunque su ciclo más popular -amplificado por la televisión- fue la serie de películas interpretadas en los años 60 por Lex Barker como el aventurero Old Shatterland y Pierre Brice como el apache Winnetou, su hermano de sangre, los personajes más populares de May. Estrenada la primera, El tesoro del lago de plata, en 1962 se la puede considerar como origen del wéstern europeo junto a Tierra brutal de Carreras en 1961, El sabor de la venganza de Romero Marchent en 1962 y, por supuesto, Por un puñado de dólares de Leone en 1964.

Pues a Karl May le ha tocado ser víctima de los tontos sin fronteras y la corrección política de los modernos inquisidores y censores. En Alemania una editorial ha cancelado la publicación de dos novelas suyas tras ser acusada de difundir estereotipos racistas y colonialistas. May, en su modestia literaria, se suma así a Twain, Carroll, Conrad, Orwell y hasta a los mismísimos Platón y Shakespeare. Y la cosa no se limita a la literatura. Recuerden a Woody Allen o a Polanski. Por no hablar de la que le están montando desde hace unos años a Picasso, a quien también hay quienes querrían cancelar por haber sido un depredador sexual. La tontería sin fronteras de la corrección política ha resucitado el Index librorum prohibitorum en versión laica.

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