La vuelta olímpica

Francisco / Merino

Sufrir a ritmo de bolero

Ala gente del Córdoba, que se pone a bailar en cuanto le tocan las palmas, se le quedó ayer mal cuerpo en el Pizjuán, que era campo de Segunda a comienzos de este siglo -allí jugó el Córdoba en los estertores de Rafael Gómez como supremo (des)hacedor- y hoy es feudo de un equipo campeón en Europa que anda en otra órbita, distinta y distante. El cordobesismo, que convierte los dramas en fiesta por puesta cuestión de higiene mental, se viene dedicando a disfrutar de sucedáneos de partidos de Primera, ilusiones de un día que llevan a recordar tiempos mejores, en otro lugar, hace mucho tiempo, demasiado ya. Cruzarse con un recién descendido o visitar, como ayer, el campo de un grande de Andalucía para medir fuerzas con su filial son motivo suficiente para soñar. El fútbol vive de eso. Las familias que ayer madrugaron para subirse al coche o al autocar cumplieron su papel con una gallardía conmovedora. Aguantaron la lluvia, el irregular juego de su equipo, el mazazo de la derrota en el último minuto y ese "Córdoba es de Segunda B" que cantaban los sevillistas mientras recogían sus banderas y se marchaban a casa, pensando que quizá otro día las cosas cambiarán. El Córdoba ganó el campo, pero perdió el partido. Ya no hay tiempo para darle más vueltas. El sábado próximo llega el Cádiz a El Arcángel. Hará falta entonces otro ritmo, otra marcha, algo distinto al dulce vaivén del célebre bolero de Armando Manzanero, que bien podría haberse inspirado en la segunda parte perpetrada por el Córdoba en Nervión para una de sus más afamadas composiciones. "Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú".

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