UN accidente laboral ha estrangulado la vida de una trabajadora en Posadas, que trataba de protegerse de las bajas temperaturas del tajo.

Que políticos y sindicatos se rasguen ahora las vestiduras, se antoja un ejercicio de hipocresía, cuando no un "detalle" de desconocimiento, por más que sea políticamente incorrecto para esta Andalucía de la modernización, de programas de inserción laboral y otras "actuaciones" -al decir de ellos- que venden como exitosas en materia de igualdad y bienestar.

Ahora, con la muerta sobre la mesa (y van 13 trabajadores este año) se cumple el requisito indispensable para que los mandamases se pongan las pilas y comiencen a pedir unas responsabilidades que, obviamente, hubieran sido más efectivas a priori, imputando siempre la "culpa" al pequeño empresario -en este caso- y nunca a esa especie de tolerancia o ceguera que tiene el sistema frente a estas situaciones.

Si esto funcionara tan bien como ellos dicen -sobre todo en tiempo de elecciones-; si unos y otros no estuvieran tan preocupados por vendernos una España idílica, quizá pondrían a funcionar los mecanismos que, en teoría, "inventaron" para erradicar la precariedad y el abuso casi caciquil que esta sociedad arrastra desde tiempos inmemoriales. Hablamos de esas partidas que libran el Estado y sus autonomías, para la prevención de riesgos laborales o para mantener unos sindicatos que, a posteriori, han acabado llenos de "funcionarios" liberados. Y mientras unos y otros ocupan sus despachos, en el tajo se obliga al pequeño empresario a pagar los servicios privados de Seguridad y Salud (¿para qué los impuestos a consejerías y ministerios?) en tanto que los trabajadores bregan con su precariedad más solos que la una.

En el triste suceso de Posadas, el ojo del huracán parece centrarse sobre la empresa, por las diferencias entre la jornada laboral pactada y la real, por las excesivas temperaturas de invierno y verano, por las condiciones de precariedad y eventualidad existentes o por la falta de formación, entre otras anomalías. Nada que no sea vox populi. Claro que no faltará quién se excuse tras las normas legales que ellos mismos inventan. Pero que -al parecer- no tenga porqué existir presencia sindical en empresas de hasta 6 trabajadores, no exime del compromiso ideológico que el sindicalismo lleva implícito. Salvo que hablemos, claro está, de poltronas.

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