Desde abril de 1995, cada vez que cojo el CD Palabras más, palabras menos de Los Rodríguez para escucharlo en mi tocadiscos, no sé por qué, me acuerdo de Modesto. Recuerdo palabra más, palabra menos los detalles que me contó ese día de abril de 1995 de ese en aquel momento recién salido al mercado último trabajo de estudio del supergrupo de Andrés Calamaro, Ariel Rot, Julián Infante y Germán Vilella . Modesto Sánchez Juliá, que trabajaba como dependiente en Electrodomésticos Cardador, de Pozoblanco, fue quien me vendió esa joya del rock and roll hispano a la que le tengo el cariño que se le suele tener a una más que preciada reliquia. Insisto, no sé por qué llevo 25 años recordando aquella conversación acompañada de una sonrisa más que amable.

Como una persona muy importante en mi vida me insistía una y otra vez, nada de lo que ocurre en la existencia pasa por casualidad, la misma persona que también me dijo más de una vez que solo los buenos se van jóvenes de este mundo. Esa persona se fue muy joven, como muy joven se ha ido Modesto.

Mentiría si dijera que llegué a ser amigo suyo. Mi relación con él empezaba y acababa en la compraventa de discos. Por aquella época lo veía casi semanalmente, pero acabé perdiéndole la pista cuando hace 20 años comencé a trabajar en este periódico, el Día. No obstante, empecé a saber otra vez de él cuando se convirtió en concejal del Ayuntamiento de su pueblo -fue edil de Pozoblanco desde 2015 hasta 2019 y no de cualquier cosa, sino de Servicios Sociales y Dependencia; porque su vocación ha sido siempre la de darse a los demás- y, posteriormente, he seguido desde la distancia cómo se ha enfrentado durante años a esa cruel enfermedad que se lo ha acabado llevando, siendo un claro ejemplo para todos sus familiares, amigos y conocidos de lucha contra la más atroz de las adversidades, una lucha llevada a efecto con la mayor modestia del mundo. Sus padres no pudieron elegir otro nombre mejor para bautizarlo. Entre otros significados es sinónimo de humildad, de carecer de vanidad.

Él era así y así encaró esa larga lucha en la que para él fueron muy importantes sus compañeros del Club Maratón Pozoblanco, quienes el pasado 2 de febrero, un par de días después de su partida, le rindieron un homenaje. En la Cruz de la Unidad, donde se citan cada domingo para quemar kilómetros, los integrantes de ese club -que él presidía-, le rindieron con los ojos vidriosos y con el corazón encogido un minuto de silencio y unas palabras recordando, entre otras lecciones de vida, una frase que les repitió muchas veces: "el que pierde no es el que llega el último, el que pierde es el que no lo intenta". A ellos y a otros muchos Modesto nos ha enseñado con su ejemplo que frente a cualquier adversidad no hay que rendirse, hay que luchar y disfrutar de lo que la vida nos va poniendo por delante, como recordaré cada vez que vuelva a coger ese CD.

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