La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Irene, hundida... pero no se va

Un esperpento: el PP apoya la reforma de la ley, Pedro no la vota, Irene interviene contra el Gobierno al que pertenece...

Era más bien esperpéntico: el Partido Popular aplaudiendo a rabiar la reforma de la ley del sólo sí es sí que se aprobó gracias a su voto, los más estrechos aliados del Gobierno votando en contra, el presidente que impulsó la reforma ausentándose y sin participar ni siquiera telemáticamente, las ministras socialistas con caras de disgusto y la ministra del ramo interviniendo en nombre del Gobierno... para rechazar la iniciativa del Gobierno. ¿Hay quien dé más?

Irene Montero confesó que el jueves fue su día más difícil como ministra. Humillada por su socio mayoritario, hundida por la complicidad de los socialistas con la derecha (ya se sabe que de la derecha no puede salir nada bueno para las mujeres) y derrotada en la propuesta legislativa estrella de su ministerio. Ningún político puede continuar en estas condiciones.

Bueno, ella sí. Si ha sido incapaz de irse a su casa tras constatar que gracias a su ley alrededor de mil agresores sexuales han visto rebajadas sus condenas y cien violadores han sido excarcelados, ¿cómo va a dimitir por perder una votación? Ni se le pasa por la cabeza asumir la responsabilidad más elemental que se desprende de un error tan clamoroso. Más aún, es que no cree que haya cometido error alguno. A día de hoy, seis meses después, sigue pensando lo mismo: la ley es perfecta, supone un gran avance para la mujer, las rebajas de penas que, según ella, no se iban a producir, proliferaron como hongos pero por la actitud machista de los jueces -y las juezas- que la interpretaron desde sus prejuicios, y, según su entorno, no puede abandonar el Ministerio porque alguien tiene que seguir defendiendo las políticas feministas dentro del Ejecutivo de coalición. Vamos, que si ella cesara en su cargo no habría nadie, ni en el PSOE ni en Podemos, que velara por la causa del feminismo. Irene es insustituible.

Lo cierto es que la ministra de Igualdad vive en una burbuja que le impide entender el daño involuntario que ha causado a muchas mujeres, que le lleva a debatir la cuestión no con argumentos, sino con eslóganes y consignas, y que le incita al ignorante y prepotente monopolio de la verdad en la lucha de la mujer, que nació muchísimo antes que Irene Montero.

Podría dimitir por dos motivos: o por amor propio, tras la derrota humillante, o por dignidad, tras la comprensión y la asunción de su grave error. Nadie de su entorno le va a sugerir ninguno de los dos.

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