Imagen de marca

Ahora ya no queremos acordarnos, pero ETA mataba a concejales, a policías, a jueces, a militares e incluso a antiguos militantes

Los que no vemos la tele –existen esas misteriosas criaturas– no sabíamos nada de La casa de papel ni mucho menos de la actriz Itziar Ituño, una de las actrices de la serie. Por lo visto, esta actriz participó hace unos días en una manifestación a favor de los presos de ETA. Pero hubo un revuelo gordo en las redes sociales y varias empresas que tenían a Itziar Ituño como imagen de su marca le anularon el contrato. Como es habitual entre nosotros, estos días muchos actores se han solidarizado con esta actriz y han denunciado una caza de brujas y una campaña reaccionaria en contra de la libertad de expresión. Leyendo el comunicado, Godzilla estaba atacando a las almas bellas con las fauces embadurnadas de sangre progresista. Un horror inconcebible.

¿Sí? Veamos. La actriz –como cualquier ciudadano– puede manifestarse a favor de las ideas que quiera. Eso es indiscutible. Pero en este caso conviene tener en cuenta algunas cosas. Primero de todo, la actriz se manifestaba a favor de gente que había cometidos asesinatos y secuestros contra políticos y periodistas a los que no se les concedió ningún derecho ni se les permitió ninguna clase de libertad de expresión. Ahora ya no queremos acordarnos, pero ETA mataba a concejales, a policías, a jueces, a militares e incluso a antiguos militantes (como Yoyes) que habían decidido abandonar las armas. Las almas bellas lo atribuyen todo a un “conflicto”, pero el único conflicto que había era que ETA quería imponer sus ideas matando y secuestrando a quien fuera necesario. Por las razones que sean, uno puede estar a favor de los presos de ETA y compartir el ideario de estos terroristas (a los que ahora se les llama “activistas”, cosa que equivaldría a llamar “agente de salubridad pública” a un kapo de las SS de Auschwitz). Ahora bien, toda persona que exhiba sus ideas en público tiene que afrontar las consecuencias. Y ahora llegamos al segundo punto importante del asunto: si las empresas para las que esa persona trabajaba prestando su imagen –como era el caso de Itziar Ituño– se niegan a contratarla de nuevo, esas empresas tienen todo el derecho del mundo a hacerlo. Así de simple.

Es asombroso que tengamos que repetir estas cosas tan evidentes, pero vivimos en un país que cada vez se parece más a un parvulario. Los tres cerditos: esos sí que serían nuestra imagen de marca.

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