El único que ha parecido tener la cabeza en su sitio en la polémica por la 'visita' de Emérito I a España es el propio ex monarca, cuando ha respondido con su inveterada campechanía a la desacomplejada pregunta de una periodista sobre si iba a dar explicaciones a su hijo, Felipe VI: "¿Explicaciones de qué?", ha contestado, para después soltar una carcajada tan sonora que parecía premeditada; es decir, ese "¡Jaa, jaa, jaa!" como de actor a la antigua.

Tiene toda la razón el antiguo ocupante de La Zarzuela, por mucho que pueda dolernos: al Rey no se le puede ni debe pedir explicaciones, según la Constitución vigente, por los actos públicos o privados que realice mientras ejerza su cargo. Que traducido resulta que es inviolable a pesar de que él violara la ley. Así que su respuesta a la prensa es desde luego impertinente y regiamente chulesca, pero apoyada nada más y nada menos que por la Carta Magna que suscribió la inmensa mayoría del Congreso de los Diputado y refrendó claramente el pueblo español. La risotada posterior subraya su convicción de poderoso ante la plebeya que osa cuestionarlo. Le faltó remachar, por si quedaran dudas: "¡Yo soy el Rey!"

Así que sí, nos gustarían un par de explicaciones por las comisiones y regalos millonarios, los cientos de miles de euros no declarados… pero ni siquiera con una instancia a la antigua usanza, esas que acababan con el latiguillo "es gracia que espera alcanzar del recto proceder de Vuestra Majestad", tendríamos derecho a una respuesta, ni a considerar el silencio administrativo como un sí por parte del anterior Jefe del Estado.

¿Les preocupa esta situación? Si les ocurre como a mí, piensen que, con todo, eso no es lo más grave. Como esa inviolabilidad no ha cambiado, ni tiene visos de que lo haga, lo mismo ocurriría si Felipe VI, como persona falible que es, incurriera en los mismos pecados que su padre. O en otros. Esta anomalía es fácilmente subsanable reformando la Constitución y los capítulos que se refieren a la Corona, pero eso es algo que tampoco pasará, vaya a usted a saber por qué.

En cuanto a si Juan Carlos tiene derecho a volver a su país cuando quiera, no hay discusión: naturalmente que sí. Más bien no tendría que haberse ido a ese refugio cómodo, privilegiado y amigable que es el Golfo, a esperar que pasara la tormenta.