Estafas

¿No nos creemos las falsas promesas de los políticos que nos dicen lo que deseamos oír

Cómo podían ser tan tontas? ¿Cómo pudieron dejarse engañar de una forma tan ridícula? Así habla la gente de esas pobres hermanas de Morata de Tajuña que se dejaron estafar por unos desalmados y al final acabaron asesinadas por un prestamista tan iluso como ellas. Sí, esas hermanas solteras fueron tontas creyéndose las disparatadas promesas de amor de unos tipos a los que nunca habían visto cara a cara (y a los que encima les mandaban dinero, mucho dinero: unos 60.000 euros). Sí, de acuerdo, pero nadie repara en que las vidas de estas hermanas parecen salidas de una película en blanco y negro de los años 50 (de la terrible Calle Mayor, por ejemplo). Las dos se habían pasado la vida encerradas en una casa con un hermano discapacitado. Esa fue su vida: encierro, soledad y trabajo. ¿No tenían derecho a suspirar por una inverosímil promesa de amor? ¿No tenían derecho a ambicionar vivir una experiencia que nunca antes habían vivido? Es muy fácil burlarse de ellas, pero esta historia ha ocurrido ya mil veces y se repetirá mil veces más. Todos necesitamos sentirnos queridos. Todos necesitamos soñar. Charles Manson –el diabólico Manson de los crímenes de Sharon Tate– les hacía creer a las chicas desvalidas de su secta que él las amaba porque eran las personas más maravillosas que había conocido. ¿Quién se puede resistir ante un halago así?

La gente se ríe de esas pobres hermanas, que acabaron asesinadas por el tipo que les había prestado el dinero (y que también era otro iluso que se había creído la trola de la herencia fantasma), pero ellas se parecen a nosotros mucho más de lo que nos atreveríamos a reconocer. ¿No nos creemos todos las falsas promesas de los políticos que nos dicen lo que deseamos oír? ¿No los votamos sabiendo que nos han engañado y que nos van a seguir engañando? ¿Y no nos fiamos de gente que nos halaga con promesas ideológicas de amor y de dinero, todas disparatadas, todas pueriles, como esa paparrucha descomunal de “la fuerza de los afectos” que nos vende –con notable éxito– toda una vicepresidenta del gobierno? “Toquémonos y besémonos”, dice Yolanda Díaz como si fuera su gran receta para la salvación del planeta, y hay gente que se lo cree entusiasmada, y se besa y se toca, aunque luego corra a reírse de las hermanas de Morata de Tajuña. Toquémonos y besémonos, sí, que somos todos muy listos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios