la vida vista

Félix Ruiz Cardador

Emilio Serrano

NO alcanzó en vida la fama que tal vez merecía, aunque la interesantísima exposición restrospectiva que muestra estos días la Diputación, titulada Su fulgor, debe significar un primer paso para la difusión de la obra y de la memoria de Emilio Serrano, uno de los más grandes pintores que ha dado Córdoba durante la segunda mitad del siglo XX. Académico y profesor, hombre culto y viajado, Serrano se decantó por el realismo y la figuración y optó por llevar una vida corriente aquí, en su Córdoba, ciudad a la quería y donde muchísima gente no sabía ni quien era. Tal vez todo ello, unido a que no era persona dada a exponer de forma habitual, pues pasaban incluso décadas entre una muestra y otra, Serrano, genial grabador, quedó algo margen de la estériles polémicas artísticas de su tiempo y fue profundizando en solitario en un mundo personalísimo. Las 75 obras que se exponen estos días en el Palacio de la Merced confirman en todo caso que nos encontramos ante un artista de enorme sensibilidad estética pero en el que subyace un preocupación ética y honda por el ser humano. La niñez, con todo lo que significa de inocencia y naturalidad, de candor y vida, fue así uno de sus temas más recurrentes y a ella pertenecen algunos de sus cuadros más hermosos. Ahora que se acerca el primer aniversario de su temprana muerte, que se lo llevó en enero con tan sólo 66 años, pasear entre sus obras nos permite resucitar dentro de nosotros su espíritu exquisito y regresar junto a él al niño que fuimos. A nuestro propio fulgor.

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