Análisis

FÁTIMA DÍAZ

Unos auténticos 'Prodigios'

El 'talent' de música clásica con niños se despide siendo un logro inesperado de TVE

Música clásica, prime time, cadena pública. Los tres términos parecen no tener cabida juntos, salvo en La 2. En estas estábamos cuando llegó Prodigios, todo un acierto clásico en La 1 que esta noche toca a su fin tras cinco galas en las que ha cosechado excelentes críticas. Y es que aúna arte, divulgación y entretenimiento sin dejar de lado el espectáculo y la emoción del directo. Un auténtico logro que por inesperado no deja de ser un punto a favor de Televisión Española. Se trata de la adaptación de un formato de éxito en Francia, producido por Shine Iberia, artífice del exitoso MasterChef. El programa ha llevado la música clásica al prime time de los sábados con el espectáculo y la realidad propios de un talent show y frente al amarillismo obsceno de un Sálvame Deluxe en horas bajas. Prodigios cuenta en su mesa del jurado con los reconocidos Nacho Duato, Ainhoa Arteta y el director de orquesta Andrés Salado. Y todo ello aderezado desde un majestuoso plató, el del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid, con la participación de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

Dejando atrás tropiezos pasados como Sábado sensacional, La alfombra roja, Uno de los nuestros o No es un sábado cualquiera, La 1 vuelve a posicionarse en el mando los fines de semana con un talent show infantil dedicado a las artes clásicas. Fichar a jueces de demostrada calidad es un primer paso acertado, pero permitirles que se expresen con total libertad y aporten valoraciones argumentadas y explicadas, es de agradecer. Es lo que hacen, tras emocionarse, divertirse o conmoverse durante las actuaciones sin querer ocultar a la cámara sus reacciones por ello.

Podría acusárseles de un cierto 'buenismo' con los niños. Pero lo cierto es que ni tan siquiera parece tal, puesto que cuando deben corregirles o señalar algo que no les ha gustado o que podrían mejorar, lo hacen, simplemente argumentando. No sólo convencen por ser quienes son, sino por lo que dicen.

Otro punto a favor: los pequeños concursantes. Su paso por el programa lo toman como una oportunidad tras años de preparación en conservatorios y escuelas. También convence Boris Izaguirre, un maestro de ceremonias muy lejano ya al histrionismo de Crónicas marcianas, sensacional en su nuevo rol y que aporta el ritmo y espectáculo necesarios a esta novedosa y divulgativa apuesta. El presentador y escritor venezolano cumple su labor de forma destacada y, como lleva años mostrando en la pantalla, siendo él mismo y no aquel a quien equivocadamente tacharon de flor de un día junto a Javier Sardá. Que su pluma y su acento no les confunda. Y el verdadero prodigio de Prodigios: acercar al público disciplinas que parecen tan exclusivas como el canto lírico, la danza clásica y los instrumentos de orquesta.

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