Entrevista · fuensanta garcía de la torre

"Las subastas han ayudado al prestigio internacional de Romero de Torres"

  • La historiadora del arte presentó ayer en la Caseta de la Victoria una monografía dedicada al célebre artista cordobés en la que además de datos históricos aporta interesantes anécdotas de su vida

Han sido varios los caminos que han conducido a Fuensanta García de la Torre a investigar la figura de Julio Romero de Torres; el primero fue su llegada a la Universidad de Córdoba desde su Sevilla natal, y su primera y casual visita al museo dedicado al artista cordobés, un lugar que recuerda como "sorprendente"; el tema de su examen de oposiciones para la plaza de conservadora también fue el pintor cordobés; o su propio nombre, Fuensanta, que coincide con el de uno de los cuadros más famosos del pintor. Ahora, esta historiadora del arte -y directora desde 1981 del Museo de Bellas Artes de Córdoba- le dedica una monografía, Julio Romero de Torres (Arco/Libros), el quinto volumen de una colección dedicada a pintores españoles de relevancia.

-Después de años de apacible silencio, se ha producido un despertar de la figura de Julio Romero de Torres.

-Esto ocurrió a raíz de una serie de exposiciones que se organizaron a partir de los 90, en concreto de una muestra que impulsó la Fundación Mapfre en 1993, quizás la primera exposición en sentido moderno que se hace del pintor. En 1994 el Museo de Bellas Artes de Córdoba hizo otra muestra con el legado de la familia, y en 1996 fue el turno de la Fundació Caixa Catalunya. En 2003 se hizo en Córdoba una exposición muy ambiciosa, la que obviamente tuvo más repercusión, y en 2006 fue el Círculo de la Amistad el que organizó una muestra titulada La mirada en sepia.

-El auge expositivo ha sido paralelo al de subastas y ventas. ¿Qué opina de los precios alcanzados en algunas de ellas como Fuensanta, que se vendió por 1,2 millones?

-Afortunadamente este auge está permitiendo que salgan en los últimos años al mercado obras que estaban en paradero desconocido, como el caso de Fuensanta, y otras que estaban en colecciones particulares como La consagración de la copla, que estuvo muchos años en Hispanoamérica y se vino para Córdoba de la mano de la Fundación Prasa. Que salgan a esos precios, al único que beneficia es al pintor porque el prestigio internacional se está viendo avalado con esas subastas. No obstante, me parece excesivo el precio que alcanzan. Estas obras tienen un valor artístico absolutamente indiscutible, y éste debe llevar asociado un valor económico en paralelo con el artístico. Pero las cosas no se deben desbordar. Creo que pagar 1,2 millones por un cuadro de Romero de Torres es excesivo.

-Casi 80 años después de su desaparición, la legión de admiradores cordobeses puede parecer lógica, pero la estela de intelectuales que han tenido presente al artista es interminable.

-Tuve la suerte de hablar con el Nobel mexicano Octavio Paz sobre Julio Romero de Torres en el Museo del Prado. Comentamos un artículo que acababa de publicar en el suplemento de un periódico español, y él me habló de la fascinación del nombre de Fuensanta en dos personajes: Ramón Belarde, un poeta mexicano, y en el propio Julio Romero de Torres. En otra ocasión, Gregorio Prieto, uno de los grandes personajes de la vanguardia española, me contó en una conversación en Valdepeñas cómo recordaba a Julio en los pasillos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y lo que le impactaba su figura.

-¿Qué referencia le han llegado del artista?

-Algunos lo consideraban una persona muy seria, pero gente cercana él me ha contado que tenía una personalidad arrolladora, que se convertía en el centro de atención de las tertulias literarias y artísticas. Me hubiera encantado conocerlo.

-¿Ha perjudicado su segunda y universalmente famosa etapa como artista al conocimiento de sus obras tempranas?

-Le ha perjudicado y le ha beneficiado. Le ha beneficiado desde la perspectiva de que esa segunda etapa lo ha hecho popular a todos los niveles. Cualquier persona de cierta edad de este país sabe que fue un pintor y de Córdoba, y recuerda las canciones dedicadas a él o los famosos billetes de 20 duros. Pero, sin embargo, le perjudicó y bastante desde la perspectiva de algunos historiadores del arte, muy parciales en su conocimiento, que han preferido quedarse en la parte superficial de su vida y obra, que es esa segunda etapa que lo popularizó, en algunos casos llevándolo hacia un tópico que en nada le benefició. La difusión de esa imagen es la que a mí me gustaría desmontar para encajarlo en la perspectiva del arte y la intelectualidad contemporánea española.

-¿Y qué rasgos marcan esos comienzos?

-A mí me apetecía hacer una revisión y una recuperación de todas las obras de esa primera época que ha sido tan desconocida e incluye lienzos como Mal de amores, La pereza andaluza o La siesta, los carteles de feria de los primeros años del siglo XX o su actividad como cartelista, dibujante o ilustrador de revistas y de libros (esta últimas muy desconocidas) que ponen de manifiesto a un pintor que nada tiene que ver con el que salta a la fama en Madrid a partir de 1908. Además, estas primeras obras lo enlazan perfectamente con artistas contemporáneos españoles como Ramón Casas, uno de los más singulares del modernismo español.

-En una trayectoria plagada de éxitos, ¿hubo espacio para el fracaso?

-Sí. Él tuvo varios rechazos importantes como el de algunas Exposiciones Nacionales que lo rechazaron por inmoral. Igualmente, hizo las oposiciones para la beca de pensionado en Roma y no le aceptaron su proyecto, lo que le produjo una gran decepción.

-¿Cuál es el tópico que más ha prevalecido?

-Romero de Torres y su familia eran de ideas sociales y políticas liberales, cuando menos, y sin embargo la historia los ha asociado a un régimen político que ni siquiera llegó a conocer y que le ha perjudicado como pintor. Tal es así que el día de su entierro la Casa del Pueblo de Córdoba convoca a los obreros a que vayan al sepelio con un escrito muy curioso que dice que si no les da tiempo de ir del trabajo a sus casas para cambiarse de ropa, que vayan con el honroso uniforme de obrero. Asimismo, sus biógrafos coetáneos afirman que, cuando muere, Julio Romero está leyendo a Trotsky y Lenin. Esta faceta no está reñida con otras vertientes como el hecho de ser un enamorado del flamenco o de los toros. Esto podría parecer contradictorio pero es señal de una persona abierta y con muchas inquietudes.

-¿Cuáles fueron sus principales fuentes de inspiración?

-Tradicionalmente se ha dicho que era un pintor que no tenía parangón con ninguno de su época. Yo lo considero un artista muy singular, pero sin olvidar que bebe de varias fuentes; por un lado, la influencia de la arqueología en su formación o de la propia colección del Museo de Bellas Artes y de obras como La Virgen con el niño de Pedro Romana, La Virgen de los Plateros (presente en La consagración de la copla) o las cabezas cortadas del círculo de Valdés Leal, que aparecen fielmente representadas en algunas de sus obras. Por último está presente el Renacimiento italiano, sobre todo Leonardo da Vinci y Rafael, y algunos autores contemporáneos como Ramón Casas o Gonzalo Bilbao.

-En su libro, usted dedica un apartado a la influencia publicitaria del legado pictórico del artista.

-Lo hice porque su figura ha repercutido en algo que no es habitual, por ejemplo en el mundo de la moda. Modistos actuales como Carolina Herrera, Victorio & Lucchino o Pedro del Hierro se ven influidos en algunas de sus colecciones por los diseños que aparecen en las modelos de sus cuadros. También está presente en la música más popular de Ramón Medina o en la contemporánea de Luis Eduardo Aute. La publicidad tampoco pasó por alto su iconografía como la botella de Anís La Cordobesa, los vinos de las Bodegas Cruz Conde, la mayonesa Musa (en recuerdo de La musa gitana)... Recientemente he visto una marca de regaliz que ha utilizado en sus cajas obras de pintores españoles, entre ellos Julio Romero.

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