ORQUESTA DE CÓRDOBA | CRÍTICA

Feliz final de temporada

Concierto de la Orquesta de Córdoba

Concierto de la Orquesta de Córdoba / Juan Ayala

El último concierto de abono de la Orquesta de Córdoba, con un programa en torno a los nacionalismos musicales de las dos pasadas centurias, cerró con altura artística una temporada marcada por la austeridad de recursos, pero también por la brillantez musical.

Ambas realidades, la austeridad de una ajustada plantilla y la excelencia artística que ha impulsado en buena medida el nuevo director de la formación, marcaron las dos partes de la velada. Y pesaron sin duda en el ánimo emocionado y entusiasta de un público entregado, aunque no lo numeroso que sería deseable en una ciudad como Córdoba.

La primera parte, tras una empastada versión de las Serenata de cuerdas op. 67 de Joaquín Turina (1882-1949), tuvo como protagonista a la arpista sevillana Cristina Montes, que ofreció una versión magnífica del delicioso Concierto para arpa op. 25 de Alberto Ginastera (1916-1983). La escucha de esta inspirada obra constituyó un auténtico disfrute. La solista hizo gala de una seguridad técnica y de una expresividad pasmosas; y la orquesta y la dirección de Domínguez-Nieto estuvieron a idéntica altura.

La segunda parte estuvo ocupada por una obra emblemática del repertorio sinfónico más popular, una de esas puertas magníficas por las que muchos aficionados entran en el mundo de la música culta: la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonin Dvorak (1841-1904). Carlos Domínguez-Nieto mostró, como si de un resumen de su labor de este año se tratara, todas sus cualidades como director: ese liderazgo amable que consigue que la orquesta ofrezca claridad en las texturas, impulso rítmico, belleza en el fraseo, sentido… Todo esto promete seguir creciendo en la próxima temporada.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios