Cristiano Porqueddu | Crítica de música

Retratos de Cerdeña

Cristiano Porqueddu, durante su concierto de guitarra en el Conservatorio Rafael Orozco.

Cristiano Porqueddu, durante su concierto de guitarra en el Conservatorio Rafael Orozco. / Miguel Ángel Salas

No hay duda: Cristiano Porqueddu es un músico excepcional desde el mismo momento en que pisa el escenario. Y no solo por su técnica, que es sobresaliente, sino fundamentalmente por la profunda preparación estética y espiritual que subyace en sus lecturas, cimentadas siempre sobre una clara conciencia de la forma musical, un cuidado en los detalles y un control absoluto del color del sonido.

Así quedó de manifiesto en el magnífico concierto que ofreció el pasado jueves en el auditorio del Conservatorio Superior de nuestra ciudad; un recital auspiciado por la Unión Europea dentro del programa Sardinia Moving Arts, evento que pretende destacar los valores culturales de Cerdeña a través de la comisión de obras escritas por reconocidos compositores internacionales para tal fin.

El recital se articuló en cuatro piezas, dispuestas de modo que establecían un dialogo entre ellas y que generaban un arco narrativo dispuesto con clara conciencia por parte del intérprete. De esta manera dio comienzo con Ritratti di Sardegna del compositor y pianista italiano Roberto Piana (1971), obra de perfiles neoclásicos y cierto carácter onírico.

A continuación, Porqueddu abordó la suite Omaggio a Giuseppe Biasi del joven compositor Kevin Swierwosz-Lenart (1988). Articulada en tres breves movimientos, Ballo, Battesimo y Cavalieri Arabi, esta suite es un prodigio de contrapunto y de condensación de ideas.

El nudo dramático del recital fue, en mi opinión, la siguiente obra que pudimos escuchar y que, como las anteriores, surgió como encargo y dedicatoria a Cristiano Porqueddu: nos referimos a Sardeña, suite para guitarra del reconocido compositor Angelo Gilardino (1941). En ella, el maestro de Vercelli invita a un emotivo recorrido por diversos aspectos de la isla de Cerdeña: el mar, sus puestas de sol, sus ruinas, sus celebraciones ancestrales, etc.; el rito y el mito se dan la mano en una de las obras maestras de su última etapa compositiva de la que Porqueddu supo extraer los sonidos telúricos que llevan al oyente a un estado de introspección ¿Acaso no nos enfrenta el arte a la soledad de estar vivos?

Por último, Porqueddu ofreció la única obra fuera de la temática que ha servido de hilo conductor al recital: la conocida pieza El Decamerón Negro, del compositor cubano Leo Brouwer (1939). Una obra inspirada en los relatos africanos recogidos por Frobenius y de la que el guitarrista sardo interpretó sus dos primeros movimientos: El arpa del guerrero y La huida de los amantes por el valle de los ecos. Porqueddu hizo gala, una vez más, de una poderosísima fantasía con la que es capaz de mostrar aspectos nuevos incluso de una obra que ha quedado establecida como un canon del repertorio.

En efecto: el guitarrista de Nuoro fue capaz de perforar la coraza de las interpretaciones estereotipadas y abrir una nueva ventana a la luz del tiempo en que le ha tocado vivir: ¿no es acaso esto un triunfo del arte sobre la oscuridad?

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