Moda

Último adiós al modisto Yves Saint Laurent

  • El presidente francés, Nicolas Sarkozy, junto a su esposa Carla Bruni, la actriz Catherine Deneuve y compañeros como Galliano o Valentino han acudido al funeral.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y su esposa, Carla Bruni, asistieron hoy junto a los mejores amigos de Yves-Saint Laurent a los funerales del modisto, en la iglesia de Saint-Roch de París, llena hasta rebosar de personalidades del mundo de la moda, la cultura, los negocios y la política.

A la iglesia, adornada en blanco con cientos de jazmines y flores de lis, sólo se podía entrar con invitación, pero a sus puertas una gran pantalla retransmitía la ceremonia, y, previamente, imágenes de los últimos desfiles del artista.

Más de un millar de personas acudieron a rendir un último homenaje al genial y precoz prodigio de la moda que fue Yves Saint Laurent, fallecido el pasado domingo a los 71 años de un tumor cerebral, y aplaudieron su féretro camino de la iglesia y también cuando salió de ella.

Creador de talento precoz, tímido e hipersensible, discreto y provocador a la vez, que dijo haber querido acompañar la liberación de la mujer de los años 60, "servirle", y ayudarle a ser "feliz", Saint Laurent dejó las pasarelas en 2002 con un desfile monumental organizado en el Centro Pompidou.

Las actrices Catherine Deneuve y Laetitia Casta, con quienes mantuvo una relación muy especial este artista, se encontraban entre los presentes, al igual que su compañero y cofundador, en 1961, de la casa de costura YSL, Pierre Bergé.

Una orquesta de cuerdas acompañó la despedida, en la que Deneuve leyó un poema del poeta estadounidense Walt Whitman y Bergé tomó la palabra para dirigirse a su amigo "por última vez", y evocar sus primeros años juntos, así como los inicios del modisto, su "honestidad", su "rigor" y su "complicidad con la mujer".

El alcalde de París, Bertrand Delanoe, la esposa del ex presidente francés Jacques Chirac, Bernadette Chirac y modistos de todas las generaciones, desde Jean-Paul Gaultier y Kenzo Takada a Hubert de Givenchy y Valentino, se dieron cita ante el féretro cubierto de amarillo y de pequeños ramilletes de trigo verde.

Vino también a rendirle un último homenaje John Galliano, quien ocupa desde hace más de diez años en Christian Dior el mismo puesto que precipitase a la gloria internacional a Yves Saint Laurent a los 21 años, en 1957, desde su primera colección.

Entre los presentes se encontraba, igualmente, el actual propietario de Dior y del grupo número uno mundial del lujo, LVMH, Bernard Arnault, y el multimillonario propietario de la firma YSL, François Pinault.

Las exequias debían celebrarse inicialmente este viernes, pero fueron adelantadas al jueves para que pudiese asistir a ella el jefe del Estado francés, a quien acompañaba su esposa, quien antes de convertirse en cantante fue top-model y trabajó para el modisto fallecido.

En claro homenaje al maestro, Carla Bruni vestía un traje pantalón negro, conjunto masculino por excelencia hasta los años 60, cuando Saint Laurent, camino de convertirse en una leyenda de la moda del siglo XX, lo colocó sobre sus más elegantes pasarelas.

Tras los funerales, durante los que todas las boutiques Saint Laurent del mundo cerraron sus puertas, los restos mortales de este creador nacido en Orán (Argelia) en 1936, serán incinerados.

De acuerdo con sus deseos, sus cenizas serán depositadas en los jardines de jardines de Majorelle, en Marraquech, junto a la residencia que con su amigo Pierre Bergé poseía en Marruecos.

Un lugar muy amado por el modisto, al que, según comentaba él mismo, acudía para recuperarse del estrés y de las crisis de pánico que sufría con cada uno de sus desfiles, pese a que siempre eran sistemáticamente aclamados por una asistencia entusiasta.

Allí, en Marruecos, encontrara su reposo eterno este artista que se reconocía miembro de la "magnífica y lamentable familia de los nerviosos" que, según Marcel Proust, "son la sal de la tierra".

Lo contaba él mismo, con ocasión de su último desfile, al evocar sus "angustias" e "infiernos" padecidos, la "terrible soledad" y los "falsos amigos que son los tranquilizantes" o "la prisión de la depresión".

Sufrimientos confirmados por Pierre Bergé a la muerte de su amigo, cuando recordaba que el genial inventor del esmoquin femenino, el traje pantalón, la sahariana o la línea trapecio, "vivió siempre en el sufrimiento", pues "no tenía el talento de la vida".

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