Historia(s) del cine para el nuevo siglo
Cátedra publica un heterogéneo y exhaustivo diccionario que recoge los nombres de los directores clave para entender el cine de nuestro tiempo
Poner orden y concierto en el cine de lo que llevamos de siglo, si tal cosa fuera posible en estas fechas aún tempranas de su zigzagueante andadura, es uno de los propósitos esenciales de Cine XXI. Directores y direcciones (Cátedra), diccionario de realizadores (las "direcciones" que se anuncian no parecen ya tan claras ni tan trazadas) que, bajo la coordinación de Hilario J. Rodríguez y Carlos Tejeda, se ha hecho al fin realidad después de varios años de diseño, encargos y edición de no fácil encaje y organización, habida cuenta del gran número de nombres y ámbitos a tratar y de la no menos nutrida nómina de redactores (hasta 33, entre los que encontramos a veteranos como Marías o Gorostiza junto a jóvenes como Díaz o García Barnés), todos ellos españoles, que han participado en el proyecto.
Ya en 2010, Cahiers du cinéma-España y otras publicaciones internacionales de prestigio como Sight & Sound o Film Comment proponían tomarle el pulso al cine de la primera década del siglo XXI, buscando detectar esencias, líneas de fuga y constantes que pudieran identificarlo, aunque fuera de manera algo forzada y artificial, respecto al cine de la década final del siglo XX. De aquella tentativa salían algunos nombres (Kar Wai, Van Sant, Weerasetakhul, Hsiao-Hsien, Yang, Zhang-ke, Lynch, Garrel, Costa, Tarantino, Eastwood, Malick, Cronenberg, Fincher, Thomas Anderson, Denis, Gondry, Tarr, Godard...) que materializaban el nuevo canon de la cinefilia autorial, esencialmente en el ámbito de la ficción, surgida del que sin duda es el fenómeno más importante de lo que llevamos de centuria: las nuevas comunidades virtuales que han abrazado no sólo nuevas formas de consumo y circulación del cine actual y de todos los tiempos, formatos, géneros y ámbitos geográficos, sino también una nueva y estimulante práctica de la crítica y la discusión estética que, al hilo del fundacional Movie mutations (Mutaciones del cine contemporáneo, Ed. Errata Naturae), de Rosenbaum y Martin, ha redefinido un paisaje que anunciaba ya, hace más de diez años, algunas transformaciones radicales que cobran hoy forma de manera precipitada y, en algunos casos, traumática.
Cine XXI es, por tanto, un imprescindible diccionario-guía hijo de aquellos polvos, el gran contenedor transversal al que han ido a parar, en riguroso orden alfabético y con diferente y lógico peso específico, los nombres fundamentales (cerca de 800) de este panorama vivo y global del cine contemporáneo en el que parecen haberse disuelto ya las viejas etiquetas y fronteras entre cine comercial, de autor, experimental, animación, documental o del mundo en un magma de imágenes híbridas y porosas que conviven desjerarquizadas, con naturalidad y eclecticismo, en las retinas del cinéfilo 2.0, capaz de pasar sin problemas del cine de género asiático más extremo a los ensayos documentales más rigurosos y cartesianos, de los vestigios del clasicismo hollywoodiense al último grito minimalista del cine de autor latinoamericano, de la experimentación abstracta al arrojo narrativo de las series de televisión, de ese cine expandido amparado por los museos a las propuestas más espectaculares o intrascendentes de la cartelera del fin de semana.
Con todo, y entendiendo que la coyuntura editorial obliga a pagar molestos peajes respecto a la presencia del cine español, a todas luces excesiva, complaciente y descompensada, se echa en falta aquí un programa más claro que acompañe las trazas del proyecto, una acotación metodológica que ilumine con más claridad el porqué de ciertas presencias o ausencias, un plan que delimite, por poner un ejemplo fácil de detectar, la (im)pertinencia de incluir a alguien como Richard Attenborough más allá del hecho de que aún esté vivo, a pesar de no haber incorporado ningún filme reseñable en lo que llevamos de siglo y de que el modelo que representa no sea precisamente demasiado definitorio de las tendencias estéticas de esta época.
Y, en fin, es también de justicia ante un proyecto de tales ambiciones y pluralidad de voces señalar que, frente a la evidente y contraproducente sobrecarga de trabajo de algunos redactores y al cumplimiento estrictamente documental y informativo de muchas entradas, hay otras que, como las que firma Fran Benavente, profesor de la Pompeu Fabra y uno de nuestros críticos más preciados y estimulantes, valen cada una su peso en oro como auténticas piezas de orfebrería analítica y como muestras ejemplares de lo que debería ser siempre una buena pieza de diccionario, a saber, escrita desde el pleno conocimiento de la obra (completa) del autor, apoyada en oportunas citas y selectas referencias, capaz de inscribir en el texto el contexto, la esencia y el lugar que ocupa en autor en la historia (y no sólo en la del cine), y redactada con mimo e incluso con cierto afán literario.
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