Cultura

Ginés Marín corta la única oreja en la tarde de su debut en El Puerto

  • Morante de la Puebla deja bellas estampas en el ruedo portuense y Cayetano se va de vacío con un pésimo lote de Cuvillo

Morante de la Puebla, con la muleta en una bella estampa.

Morante de la Puebla, con la muleta en una bella estampa.

A punto estuvo de abrir la puerta grande Ginés Marín en su presentación en el Puerto si el presidente llega a atender la generosa petición en el sexto que hubiera sumado al único trofeo del festejo. Buen debut por cierto; la pena, los toros, aunque para lote malo el de Cayetano. En el Puerto, eso sí, gusta que la primera vez que viene un torero vista de oro y que brinde el primero de su lote al público, pero esto muda a velocidad de vértigo y semejantes protocolos caen en desuso. Y por el camino que vamos también va a quedar en desuso el toro. Ayer apenas lo hubo porque esta vez la corrida de Cuvillo fue la culpable. Los toreros estuvieron bien, todos fueron aplaudidos, hasta los de plata, pero los toros dejaron mucho que desear.

El primero de Morante fue tan justito de todo que se quedó sin picar y casi sin matar porque murió del susto del pinchazo. Endeble pero tan pastueño y noble como soso. Con semejante torillo un torero como Morante es capaz de componer bellas estampas, y las dibujó y regaló a un público que saboreaba goloso cada mecida de los engaños del artista.

Buena tarde para los de plata con los toreros desmonterados en dos de los tercios

El segundo de Morante tenía un peso inversamente proporcional a su pobre encornadura y además no se le vio muy contento al torero con él. Pero Morante se dispuso, en una larga faena, a corresponder a tan partidario público poniendo toda la sal de que carecía el soso animal. Y de nuevo hubo esos momentos que busca con ansia el partido morantista, sueltos pero hermosos.

El más desfavorecido si cabe en el sorteo fue Cayetano. Su primero, falto de raza, se vino abajo en la muleta. El hijo Paquirri empezó con raza, de rodillas, pero cuando llevó el toro a la losetilla se desinfló el animal y los empeños del torero no dieron ni para que arrancara la música.

Para chasco el segundo del lote de Cayetano, que fue un manso huido como si le persiguiera Nicolás Maduro, rajado y esquivando al torero. Lo intentó Cayetano por los tercios de todos los tendidos: empezó donde marcó la querencia el toro, en el 7, y terminó en el dos, más de media plaza detrás del fugitivo animal.

Marín, ya se ha dicho, tuvo el mejor toro, el tercero, el de mejor movilidad y mas ganas de pelea. Un toro que hizo esgrima con los pitones en la primera tanda pero Marín le puso remedio con temple, dejándole la tela a la distancia que requería. El toro, camino de los seis años aunque parecía un chiquillo, se empleó pero a menos, cerrando Marín por Manoletinas para ser premiado con esa única oreja de la noche.

El jabonero sexto, deslucido, salía de la muleta distraído ,a medio viaje y soso. Solo sirvió para que se vieran las muchas ganas de Marín, porque la verdad es que no hubo más que torero. Y si no hay toro, aunque haya petición. ¿De dónde va a sacar el presidente una a oreja con todo cerrado?

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