Gahete ubica a la poeta en un plano emocional entre la pasión y la tristeza

La autora de 'Balcón', revela el escritor, amaba la vida pero aseguraba que había fracasado en todo lo que le importaba

Manuel Gahete, junto a Blas Sánchez, director del congreso.
Alfredo Asensi / Córdoba

29 de abril 2008 - 05:00

Fue vitalista sin encontrar la felicidad. A veces jugaba a ser frívola, pero en la monótona paz de alguna tarde escribió: "Tengo un fondo triste. Me gusta la soledad". Sentía curiosidad por todo, incluso por la muerte. Pero afirmaba, rotunda y dolientemente: "He fracasado en todo lo que más deseaba. Hijos, carrera, viajes y, sobre todo, volver a tener un jardín como el de mi infancia". Así era Concha Lagos. Compleja, vital, melancólica. Así quedó reflejado en una autobiografía manuscrita que entregó a Manuel Gahete. Una interesante recopilación de reflexiones, confesiones y testimonios que suponen el autorretrato de una mujer arrastrada desde su infancia, según Gahete, "por la pasión de vivir".

El poeta cordobés protagonizó una de las sesiones de la primera jornada del seminario sobre Concha Lagos organizado por la Diputación con la colaboración de la Universidad de Córdoba, que revisa hasta mañana la vida y la obra de la centenaria poeta, fallecida el pasado año. Gahete destacó que Lagos "era una apasionada de la vida" que "vertió su vitalismo en el torrente de la creación". Pero "nunca llegó a sentir la felicidad".

"Concha Lagos -señaló el autor de Mapa físico- persigue infatigablemente un sueño imposible" conceptualmente situado "entre la soledad y la solidaridad, la fe y la duda, el tiempo y la eternidad". Toda su obra, marcada por la evocación nostálgica de la infancia, es "un himno a la vida" y un intento de penetrar en el secreto del "más inefable conocimiento: la naturaleza humana". Y una advertencia sobre "la imposibilidad de refugiarse en los otros como salvación".

Por su parte, la profesora de la Universidad de Valladolid Isabel Aparicio realizó un detallado repaso por la obra literaria de Concha Lagos. Recordó que la cordobesa escribía desde pequeña pero no se decidió a publicar hasta 1954. Su obra se compone de 34 libros, todos poemarios menos cuatro recopilaciones de narraciones breves y dos obras de teatro. Y analizó la manera en que el tema de infancia evoluciona en sus títulos. Lagos manifiesta "el ansia de respirar el aire verdadero que sólo le dio su infancia". En Al sur del recuerdo (1954) se identifica con las vivencias y recuerdos de Berta, la niña protagonista. En El corazón cansado (1957) demuestra su gran capacidad elegiaca para la evocación melancólica de la niñez. Agua de Dios (1958) es "un canto de amor a los niños", y en Tema fundamental (1961) "recupera la fe, su religiosidad infantil, desde una perspectiva de madurez". En Para empezar (1963) "aflora una serie de recuerdos infantiles con una melancolía y una belleza insuperables", y "descansa del dolor presente gracias a estos recuerdos". Todo ello desemboca en El cerco (1971), una de sus obras más complejas y en la que "intenta desvelar su infancia en toda su complejidad".

"El arte de Concha Lagos está hecho de silencios y símbolos", indicó Paraíso. La cordobesa "no se exalta, nos habla en tonos bajos; la técnica del silencio le sirve para convertir la vida en poesía". Lagos "se sirvió de la alusión y la ilusión para escapar de su realidad más próxima".

El delegado de Cultura de la Diputación, José Mariscal, señaló en la presentación de las jornadas que la institución provincial tiene el objetivo de publicar las obras completas de la escritora.

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