Pedro Sánchez baraja convocar el congreso que los socialistas tienen pendiente hacer desde hace meses para el próximo diciembre y fijar para el 23 de octubre la votación del secretario general por los militantes, pocos días antes de que termine el plazo para evitar unas nuevas elecciones.

Éste es uno de los escenarios que el secretario general socialista tiene encima de la mesa, una decisión dependerá de los resultados de las elecciones del domingo. Si los socialistas vascos y gallegos anotan una nueva caída electoral, Sánchez podría llevar a la Ejecutiva del día después la propuesta de adelantar el congreso, a pesar de que en el momento de su celebración podría no haber Gobierno.

Entre fuertes tensiones internas, el comité federal del PSOE aprobó el 30 de enero celebrar ese cónclave, que debería haberse celebrado en febrero, para finales de mayo, pero el 2 de abril se decidió aplazarlo hasta que hubiera un Gobierno constituido.

Sin embargo, Sánchez se plantea ponerle una fecha antes de las hipotéticas terceras elecciones y llamar a los militantes a las urnas una semana antes de que finalice el plazo para formar Ejecutivo. De esta manera, adelantaría la batalla por el liderazgo que la mayoría del PSOE considera inevitable. Pero, además, se anticiparía a los críticos, que ya venían recelando de esta maniobra que hace difícil una candidatura alternativa por la inmediatez de los plazos: si Susana Díaz quisiera presentarse y hubiera nuevas elecciones, tendría que gestionar su relevo en San Telmo antes de diciembre.

En las últimas semanas el PSOE es un hervidero. Las diferencias que Ferraz arrastra con las federaciones más poderosas se han recrudecido en los últimos meses. Se aplacaron en parte en julio con el no al PP, pero revivieron con crudeza después de que resucitara su alternativa con Podemos y C's en la fallida investidura de Rajoy.