Él lleva su propio ritmo. Y pocas veces hace lo que sería de esperar de un gobernante. Mariano Rajoy le dedica el puente de la Constitución-Inmaculada a Andalucía. Anoche estuvo ausente del segundo debate de la campaña, en el que debió tener el papel principal, para rendir cuentas de esta X Legislatura, que va durar cuatro años y un mes de elección a elección. Lo vio en familia. En Doñana.

En los últimos meses, Rajoy se ha prodigado en sus visitas a Andalucía. Por motivos institucionales y partidarios. Preocuparse como gobernante y presidente del primer partido del país por la comunidad más extensa y poblada de España no debería ser nada extraordinario, sino una obligación. Pero lo cierto es que Rajoy no se ha prodigado en el buen trato a Andalucía en sus hasta ahora cuatro años de Gobierno. Todo lo contrario: hay ejemplos sangrantes.

El candidato presidente tuvo ayer una jornada agotadora. Madrugó para viajar a Estepona, ciudad que dio en mayo al PP una mayoría absoluta abrumadora. Su alcalde, José María García Urbano -un valor al alza del PP-A-, es ahora el número uno de la lista por Málaga al Congreso. También fue a Marbella, donde el PP ganó pero fue desalojado del Ayuntamiento por un frente contra este partido. La jornada culminó en Algeciras, la única andaluza de más de cien mil habitantes donde el PP tiene mayoría absoluta. Su alcalde, José Ignacio Landaluce, es el número uno de la lista por Cádiz al Senado.

Responde al perfil de afianzar el voto en ciudades medias donde es bien recibido y donde se prodiga en el contado con la gente.

Y en Algeciras -desde donde escribo- se localiza uno de los agravios más flagrantes cometidos por Rajoy en el Gobierno hacia Andalucía. El de Algeciras es el primer puerto de España pero, paradójicamente, tiene unas conexiones ferroviarias propias del siglo XIX. La Unión Europea considera dicha conexión doblemente prioritaria, al incluirla en dos corredores que financia, el Atlántico y el Mediterráneo. Sin embargo, Rajoy no ha ejecutado ni un euro en cuatro años, mientras ha invertido diez veces más que lo presupuestado aquí en el Levante, beneficiando a Valencia. Anoche, el Algeciras, pidió que le reeligiesen y, sin acto de contrición, afirmó: "Ya me ocuparé del tren".

Pero Rajoy quiere hacer ver que ya le importa Andalucía. Le va en ello el resultado electoral. A buenas horas mangas verdes (y blancas).

Centrado en dar su perfil de pactista

Los pactos van a condicionar el resultado electoral y, por supuesto, el Gobierno que salga de las urnas. Albert Rivera, demostró ser muy consciente de ello en el debate de ayer. Se esforzó en  enfatizar que es capaz de tener puntos de acuerdos con todos, incluso con Pablo Iglesias, con el que juega a ser antagonista en la denominada nueva política. Buscó también la moderación y la centralidad, ejes de su campaña, en la que no aclara la dureza de sus reformas. Aprovechó el debate.

Desubicado al verse en un tres contra uno

Pedro Sánchez salió del primer debate en último lugar, según los lectores del medio que lo organizó. Ayer, ya con cuatro partidos, aunque ausente Mariano Rajoy, el candidato socialista no logró ubicarse, estuvo más pendiente de defenderse de los reproches de los otros tres partidos que de mostrarse como la alternativa clara a desbancar al partido del Gobierno. La cita de ayer en a3media no la aprovechó para frenar su caída en la intención de voto que marcan las encuestas.

Buscando el cambio por la izquierda

Pablo Iglesias es, seguramente, el que mejor de los cuatro maneja la oratoria. Sabe explicar a su potencial electorado lo que éste quiere escuchar. Su objetivo, como hace una semana, volvió a ser demostrar que el PSOE promete políticas de izquierda y las ejecuta de derechas, con gestos de comprensión a Pedro Sánchez. Quiere ser la opción para quienes buscan el cambio por la izquierda. Sigue al alza.