Córdoba | ud las palmas · el otro partido

De transistores y tambores

  • El gran partido del Córdoba hizo a los aficionados olvidarse enseguida de lo que sucedía en Balaídos · Los futbolistas bailaron en el vestuario al son de una caja

Ayer no se exigía nada y se exigía todo en El Arcángel. Porque los que acudieron al estadio en una tarde rara, rara, rara (en lo climatológico por encima de todo) eran conscientes de que el inmediato y único logro alcanzable -la salvación, claro- se podía lograr incluso cosechando una derrota (menuda paradoja ésa).

Por eso, ayer todo el que podía llevaba bajo la blanquiverde un pequeño transistor que portase noticias de Vigo. Allí donde el Celta podría -viviendo en un sinvivir- regalarles la salvación derrotando al Alavés.

Era tan sencillo como eso, aunque mucho más fácil -y a la vez más difícil, segunda paradoja- era seguir la escogida senda: la de conseguir una meta por méritos propios. Algo que, recordando lo que pasó el año pasado, parecía mucho más conveniente.

Y así se pusieron los obreros del balompié manos a la obra (tercera paradoja) desde el comienzo. Con un juego armonioso, vibrante, rápido y dinámico desarbolaron a un enemigo que ayer fue mediocre (tenía bajas, dijeron luego). Conforme llegó el primero cayó el segundo... y luego el tercero. A cual más bonito. Así que cuando el duelo paró por el descanso la gente no preguntaba lo que estaba pasando en otros campos. Los diales radiaban música de palmas. Propias.

A partir de que todo quedase visto para sentencia, la mayor distracción de la muchachada consistió en regalar vítores. Se llevó su parte de gloria, como casi todos los fines de semana, la alocada mascota Koki. Esta vez sí logró que el árbitro la incluyese en el acta por llegar "hasta el centro del campo" en la "celebración del primer gol". El colegiado, Amoedo Chas (y aparezco a tu lado), en plan cachondo, podría haber redactado algo como: "Un caimán blanco y verde invadió el campo con dudosas intenciones".

También se ganó definitivamente a la hinchada Pepe Díaz. El futbolista con nombre de fontanero, según dijo un sesudo locutor de Murcia, demostró que es un pelotero tremendo y terrible. Que no es lo mismo. Tremendo para los suyos y terrible -una lata- para los rivales. Marcó e hizo como el que surfea para brindarle el gol a Mario, "que se mete mucho conmigo cuando viene al pantano de mi pueblo".

El Celta le acabó ganando al Alavés, pero muchos ni se enteraron. A esas alturas, los futbolistas ya estaban tocando las cajas traídas por Asen en el vestuario. Los aficionados, mientras, invadían mentalmente -los maderos impidieron que lo hicieran físicamente- el verde comulgando con los que ayer les hicieron felices. Y eso que sólo les dejaron donde estaban al inicio...

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