2-0: El plan previsto y el toque del mago
Córdoba-girona · la crónica
El Córdoba tuvo paciencia para romper el equilibrio, con un gol a balón parado, en un partido muy exigente en lo físico · Javi Flores decidió el signo del encuentro con un gol en el que mostró su talento en el área
Qué bien se queda uno cuando ve que los planes funcionan. Se pueden ganar partidos por superioridad, por ayudas arbitrales, por un golpe de suerte o por pura casualidad, pero comprobar que el resultado positivo se produce precisamente porque se controlan todas las variables y se acierta en los momentos precisos reporta una satisfacción muy especial. El de ayer estuvo lejos de ser un encuentro extraordinario. No se produjo un carrusel de situaciones de gol ni se detectaron demasiadas acciones brillantes. Hubo más sudor que fútbol. Pero todo el mundo salió de El Arcángel con la sensación de deber cumplido que endulza el cansancio de una dura jornada laboral. Ayer, los blanquiverdes se ganaron el jornal con una actuación sobria, de ingrato desgaste, visualmente difícil de digerir. Al menos, durante gran parte de la tarde. En el intermedio se pudieron escuchar silbidos -entremezclados con bostezos- en El Arcángel para despedir al Córdoba, que había despachado el primer tiempo con mucha briega y pocas ocasiones. Aquel rasposo periodo salpicado de interrupciones, malas caras, faltas tácticas y pelotazos era un peaje necesario para llegar al desenlace deseado. Al final hubo olés, petición de saludo y casi vuelta al ruedo bajo la lluvia. De la irritación se pasó al alivio. Y, de ahí, a la satisfacción. Todo funcionó como se preveía. El esfuerzo mereció la pena.
El Córdoba mantuvo una jornada más su portería imbatida, sacó provecho de una acción a balón parado -de ésas que se ensayan de modo casi obsesivo durante la semana- y manejó la situación con personalidad, sin dejarse llevar por complejos propios o por las comprensibles peticiones de un graderío que quería más sangre. Con el sustento de los tres puntos ya bien agarrado, esa ración extra de placer estético la proporcionó Javi Flores, el chico maravilla de Fátima, que honró una valiente incursión por la banda de Ceballos con un epílogo rutilante. Agarró en al aire el envío del lateral, controló de espuela y congeló el tiempo en El Arcángel. Parecía que el destino del esférico sería Asen, bien situado. Pero Flores optó por acomodarse el balón, emparedado por dos centrales enloquecidos, y ajusticiar a Rafa Ponzo con un lanzamiento justo al lugar preciso. Suave y letal. Era su primer gol en la categoría y la rúbrica al acta de defunción del Girona, que ya no levantó cabeza y pudo incluso recibir mayor castigo en un tramo final con aroma de fiesta.
En parte por no querer desmentir los augurios de los técnicos y, seguramente, porque ninguno da en estos momentos para mucho más, Córdoba y Girona perpetraron una primera parte que confirmó punto por punto el retrato del partido que los propios protagonistas se encargaron de pregonar durante toda la semana. Uno, José González, pedía paciencia. O, más bien, no perderla si las cosas no iban por buen camino. Otro, Agné, se aferraba al previsible desquiciamiento de los anfitriones por las dificultades de un pleito feo hasta el hastío, en el que los contendientes compartían la esencia de su propuesta futbolística: dejarse el pellejo para convencer al de enfrente de que aquéllo no lo cambiaba nadie. El cero a cero, por supuesto. Los gerundenses, que van todavía subidos en la cresta de una ola triunfal que les ha llevado desde la Tercera División hasta la Liga Adelante en dos años, no tienen la necesidad de justificarse ante nadie por su peculiar manera de rentabilizar los encuentros. Marcarles un gol es un asunto muy serio. Los tipos se atrincheran sin miramientos, juegan de memoria, colocan arriba a Arnal Llibert y se quedan tan panchos. A ver quién puede con ellos. Y como les va bien, pues para qué cambiar. Lo de los compromisos estéticos es cosa de otros. La belleza está en los puntos. Así lo entiende el Girona. Y también, porque la experiencia se lo dicta a gritos, el Córdoba de José González, que había preparado el choque con extrema minuciosidad. Pero conocer al rival no significa tener la fórmula certera para combatirlo. Y al Córdoba le costó situarse.
González sacó del campo a Javi Flores para devolver la titularidad a Asen, uno de los pocos futbolistas del Córdoba moderno que puede disfrutar de una titularidad garantizada -bien ganada- sea cual sea el técnico, el adversario, el campo, las condiciones deportivas o las meteorológicas. El madrileño no defraudó. Fue el que rompió a un Girona que no sólo no daba síntomas de flaqueza, sino que incluso se permitió asustar en varias ocasiones al Córdoba. Pero, antes de eso, los locales lo pasaron francamente mal. Un centro de Gastón Casas y un tirito de Arteaga fueron los primeros testimonios de vida el ataque de un equipo, el de José González, al que la costaba elaborar fútbol ofensivo. Compartiendo con el Girona la aplicación en la colocación, el partido era una guerra de movimientos en la que nadie estaba dispuesto a dar un paso en falso. Ajustándose al guión previsto, cada cual buscó su opción en la estrategia o en el fallo del rival. Así encontró su oportunidad el cuadro olívico, que vio cómo Pablo Ruiz estuvo a punto de meter en su portería un centro de Chechu.
No eran, en ningún caso, situaciones de las que se suele etiquetar como ocasiones claras. Había llegadas, escarceos, movimientos y amagos. En un arreón al filo de la media hora, el Córdoba enseñó los dientes con un cabezazo de Pierini, posteriormente peinado por Asen, que estuvo a punto de sorprender a Ponzo. Un minuto después, el meta internacional venezolano vio cómo se estrellaba en el lateral de la red un testarazo de Gastón Casas tras un buen envío de Arteaga. En los minutos previos al descanso, el Córdoba se estiró sin demasiada convicción. Un zapatazo de Ito desde muy lejos provocó el último mal trago a un Girona que respondía a las expectativas. Sabe lo que hace y por qué lo hace, lo que no es poco en una categoría como la Segunda. El Córdoba, por su parte, seguía en su particular cruzada por parecerse cada vez más al equipo que pretende ser: disciplinado, solidario, eficiente y poco dado a la improvisación.
En la segunda parte, el Girona se envalentonó pretendiendo sacar pecho ante una previsible salida en tromba de los blanquiverdes. Agné metió en el campo a Jito, un delantero, y retiró a Arnal, quien se había hartado de correr y poco más. En el minuto 58, Dorca provocó un estremecimiento general con un trallazo lejano que pegó en el larguero y luego en la espalda de Raúl Navas, quien se desgañitó exigiendo concentración a su defensa. El murmullo de desaprobación con del que soñaba Agné para destrozar mentalmente al Córdoba empezaba a oírse. Y en ésas apareció Asen.
El hombre de hierro del Córdoba, que apenas se ha perdido tres partidos en las tres últimas temporadas, se elevó por encima de todos para cazar un balón colocado por Cristian Álvarez al corazón del área en el lanzamiento de una falta. El madrileño se anticipó a Ponzo y colocó la pelota en la red. El delirio se instaló en las gradas. El Girona notó el golpe. Tanto, que no logró ya reponerse. No lo permitió, en cualquier caso, Javi Flores, cuya inclusión resultó providencial. El canterano cerró el partido con una acción vistosa y eficaz. Pudo incluso hacer el tercero de la tarde en un disparo lejano en el que Ponzo se lució. Los aficionados, más aliviados que felices, se abrazaban bajo la lluvia. Mala tarde. Buen resultado.
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