Una mala versión, un resultado peor
Córdoba | MURCIA · la crónica
El conjunto blanquiverde no encontró el modo de hacer daño a su rival ni con juego combinado ni en acciones individuales. El Arcángel acogió con resignación una derrota (0-1) que mete a los de Alcaraz en una dinámica peligrosa
Llámenlo, si quieren, venganza. O vendetta, que queda más peliculero. Si lo prefieren, véanlo como una reivindicación de la propia valía. Añádanle si les place un matiz malévolo o burlón. Pero piensen, en cualquier caso, que se trata de una de las reacciones más humanas que existen: uno siempre quiere dejar claro testimonio de su competencia en lugares donde se dudó de ella o, directamente, se rechazó por entender que no alcanzaba el nivel preciso. El fútbol concede a menudo esas oportunidades. Ayer, en El Arcángel, hubo un puñado de profesionales afectados -o estimulados- por esta punzante sensación. Ninguno lo reconocerá jamás, al menos no públicamente, porque no queda elegante y la vida da muchas vueltas. Nunca sabe uno dónde tendrá que ganarse los garbanzos mañana, pero es obvio que hubo gente para la que, al margen de la trascendencia de los puntos, el pleito no era una cita más del calendario. Como Lucas y José, que no salieron de la mejor manera del club que ayer tenían en frente, a pesar de que cumplieron los objetivos: el granadino subió al Murcia a Primera y el gaditano salvó al Córdoba de bajar a Segunda B. Eso es lo que quedó en los expedientes. Los sentimientos son otra cosa. Ayer estaban a flor de piel en determinados hombres, entre ellos dos fundamentales en el escenario: los goleadores. Pepe Díaz y Natalio, compañeros en el vestuario blanquiverde el curso pasado, se cruzaban con la etiqueta de imprescindibles cada uno en su bando. También con un ánimo especial, aunque éste por razones distintas, salió David Arteaga. El sevillano afrontaba su primer partido del 2010 en El Arcángel y lo hacía con el brazalete de capitán. Miles de ojos se clavaban en él, lógicamente.
El partido era de alto voltaje sentimental. Enfocar la cuestión del modo más correcto -más eficaz- no era tarea sencilla. Lo hizo mejor el Murcia. Y se notó más porque el Córdoba lo hizo muy mal. Fatal. Ofreció su peor versión en el peor momento posible, en uno de esos partidos encrucijada que otras veces resolvió. Los efectos de la derrota quedaron minimizados por los reveses de todos los equipos que andan en la pelea por la permanencia. Un consuelo, al menos.
Al primero que se le notó esa efervescencia fue a Natalio, que antes de los cinco minutos había protagonizado un par de situaciones inquietantes para el marco local. En la primera no cazó un centro desde la derecha y se quejó de haber recibido un golpe en la cabeza. Apenas un suspiro después, cazó un balón de espaldas dentro del área pequeña y se revolvió para lanzar un disparo seco que terminó en el lateral de la red. El Murcia arrancó asustando, muy presionante y con presencia en ataque. Desmintió con su puesta en escena el cartel de paladín del cerrojazo que siempre acompaña a los equipos adiestrados por José González, algo innecesario porque un simple vistazo a su tarjeta de visita (tres victorias fuera de casa, cuatro ya, y un empate en lo que va de año con el gaditano en la banda) ya indicaba que este Murcia no comparece en ningún sitio conformándose con el cero a cero. La necesidad obliga. También transforma a los equipos: puede atenazarlos o darles alas. Eso vino a suceder y el Córdoba se quedó con la cara más negativa.
El primer tiempo se convirtió en una sucesión de despropósitos que sembró en desconcierto más allá del césped. El graderío se quedó mudo ante la visión de una estampa que pocas veces había tenido que padecer en este curso. Resbalones continuos, desaplicaciones en la retaguardia, violaciones en los saques de banda, una colección de fueras de juego y faltas en ataque de un desesperado y desesperante Juanjo, la soledad más angustiosa de Pepe Díaz, las frecuentes visitas a la banda para ajustar el vendaje a una herida sangrante en la cabeza de Carpintero... Eran imágenes inconexas, sin un guión aparente, sucesos encadenados que no parecían conducir a nada bueno para los hombres de Alcaraz. Por supuesto, ni un solo disparo a la puerta de Elía, que tomaba el solecito de la media tarde sin que nadie le alterara el pulso. Mientras tanto, el Murcia jugaba su partido y establecía un dominio notable. No llegó a ser abrumador porque tampoco es que los pimentoneros sean el Chelsea, pero sí tuvieron la suficiente capacidad como controlar la situación ante un Córdoba amanerado y con poco que ofrecer.
El gol de Chando a los veinte minutos no cambió nada aparte de los números del marcador. Los murcianos persistieron en su estilo y los cordobesistas en el suyo, que ayer no era ninguno. Ni siquiera se detectó el clásico arrebato de rabia tras encajar un tanto. Nada. Lizio lo intentó por su banda, pero sus cabriolas rodeado de adversarios y sin apoyos resultaron frustrantes. Lo mejor que le sucedió al Córdoba fue llegar al intermedio con un tanteo remontable, aunque más por lo corto de la ventaja del Murcia que por lo que había mostrado sobre el verde un equipo extrañamente amodorrado, sin espíritu ni referentes. El pitido en la media parte sonó a bendición para el Córdoba, que se marchó vivo.
En la caseta hubo, como no podía ser de otro modo, un replanteamiento de la situación. Carpintero y Juanjo se quedaron fuera y ocuparon su sitio Asen y José Vega. En los primeros veinte segundos, el Córdoba hizo lo que no había sido capaz en todo el periodo anterior: lanzar a puerta. Arteaga cabeceó en escorzo un centro de Lizio y Elía detuvo la pelota. A los dos minutos, Asen agarró un balón fuera del área y lo golpeó raso para que el meta murciano lo capturara en una buena estirada. El público reclamó una falta dentro del área a Arteaga, que se dejó caer de modo exagerado. Al menos, ya habia testimonios en la vanguardia.
El impetuoso arreón se fue diluyendo porque el partido ya era otro. El escenario era perfecto para el Murcia y para José González, que ya tenía algo que defender. Agarrado a la desesperación, el Córdoba se estrelló ante un Murcia que paró el partido con faltas, pérdidas de tiempo, goteo de sustituciones y todo ese tipo de argucias clásicas en este tipo de finales. La grada apenas se motivó ante la poca convicción y capacidad que los suyos mostraban en un partido que se había transformado en un problema irresoluble. Natalio pudo marcar el segundo, pero su deficiente golpeo terminó con el balón fuera tras una contra. Luego, fue abucheado por El Arcángel cuando se retiró con parsimonia al ser cambiado. Un trallazo de Gerardo en un saque de falta al borde del área, en el minuto 88, fue lo más parecido a una oportunidad para un Córdoba que ve cómo la presión de los rivales directos sube y sube.
Ficha técnica:
0 - Córdoba CF: Raúl Navas; Gerardo, Gaspar, Agus, Fuentes (Savoia,. min. 73); Lizio, Scotti, Carpintero (José Vega, min. 46), Arteaga; Pepe Díaz y Juanjo (Asen, min. 46).
1 - Murcia: Elía; De Coz, Iñaki Bea, Sergio Fernández, Escudero; Álvaro Mejía, Bruno, Isaac (Albiol, min. 53), Pedro; Natalio (Mario, min. 81) y Chando (Kike, min. 60).
Gol: 0-1, min.20. Chando.
Árbitro: Del Cerro Grande (Colegio madrileño). Amonestó a los murcianos De Coz, Sergio Fernández, Elía, Albiol, Mejía y Natalio.
Incidencias: Partido de la vigésima octava jornada disputado en El Arcángel ante unos 8.500 espectadores, con terreno de juego en buenas condiciones. Se guardó un minuto de silencio en honor del socio cordobesista Juan José Delgado Albalá, fallecido hace dos semanas tras el partido ante el Eche.
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