"Papá, tú también eres campeón"

La ilusión de jóvenes y mayores suple los ligeros fallos de organización en la reinvención de la prueba.

Una niña sonríe a su padre tras correr éste la prueba.
C. L. / Córdoba

01 de diciembre 2014 - 05:02

La Media Maratón de Córdoba se reinventó con su 30 cumpleaños. Apostó por establecer un nuevo récord de participación, que se quedó pequeño a pesar de que parecía ambicioso, y un nuevo circuito que permitiera un mayor acercamiento a la ciudad, con paso por lugares emblemáticos. Un giro más para la madre de las populares, para la gran cita de un calendario que semana tras semana ofrece imágenes para el recuerdo, pero muchas veces alejadas del idealismo de esta gran cita.

Estas fotos en vivo, protagonizadas por jóvenes y no tan jóvenes, por niños y abuelos, bastaron para tapar las pocas carencias que se le pueden atribuir a una organización voluntariosa, pero que a veces se vio desbordada. En su debe hay que reseñar que éste era un viaje a lo desconocido, por esos 6.000 atletas que suponían el 50 por ciento más que un año atrás y por esa nueva ubicación de la salida y, sobre todo, de la línea de meta. Porque ésta estaba situada justo debajo del Arco del Triunfo, un lugar histórico pero poco efectivo, donde cuando el grupo de corredores superaba la decena se formaba un pequeño embudo que dificultaba el paso.

Porque ahí, en el espectacular entorno de la ribera del río, entre la Mezquita, el Puente Romano y el Alcázar, se montó un improvisado cuartel general que funcionó bien cuando el reguero de atletas era continuo con los primeros mil, pero se vio superado cuando fue llegando el grueso del grupo. Las calles parecían un centro comercial en hora punta, como si se tratara de una reedición del reciente black friday -en sus países de origen, no las copias baratas que suelen hacerse en otros lares como la propia España-, con los atletas haciendo cola para terminar con los menesteres que supone correr la Media (la recogida de medallas, el panfleto anunciando la siguiente cita, la recogida de la forma de comida y bebida, el paso por los vestuarios y la recogida de la ropa...).

Todos exhaustos, pero con una sonrisa en la boca, con la satisfacción de haber cumplido con el objetivo marcado, crono al margen. No es para menos porque casi todos ellos ya habían recibido su mejor recompensa -o pensaban en ella, que le esperaba en casa-, esa que no va en una medalla o un trofeo. El abrazo de un niño, la palmadita de un padre, el abrazo de una madre, el piquito de la pareja... Nada hay más bonito que eso. "Papá, tú también eres campeón", rezaban más de una pancarta. Porque cuando de una cita popular se trata, lo importante es la satisfacción propia, que en muchos casos pasa sólo por cruzar la meta.

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