Mira de frente un sueño (1-1)

Córdoba-villarreal B

Los blanquiverdes atosigaron a su adversario en una primera parte repleta de ocasiones de gol desperdiciadas. Los de Paco Jémez son terceros y prolongan su racha sin perder.

El Córdoba y el Villarreal B empatan en su partido en el Arcángel. Foto: Álvaro Carmona
Francisco Merino

Córdoba, 10 de octubre 2011 - 00:01

Casi diez mil hubo en las gradas de El Arcángel. Casi en puesto de ascenso directo estuvo el equipo en muchos momentos. Casi ganó al correoso Villarreal B. Se quedó el Córdoba al borde de conseguir una sobredosis de alegría desconocida por estos pagos, pero recibió como pago a su esfuerzo un buen punto -que eleva a seis su racha de partidos oficiales sin perder- y la certeza de estar recorriendo la senda marcada sin pasos en falso. Lo de ayer pudo acabar mejor si hubiese fructificado alguna de la colección de claras ocasiones que tuvieron los de Paco Jémez, o peor si el palo no hubiera escupido un trallazo de Kike López cuando el duelo agonizaba. Después, Tena acarició el triunfo con un majestuoso testarazo a centro de López Silva que salió fuera. No fue un partido completo, pero casi.

Los nombres que en verano provocaban un ramalazo de inquietud son los mismos que ahora proporcionan una confortable sensación de seguridad. Los chicos semidesconocidos del filial, los jugadores reclutados en la pantanosa Segunda B, las apuestas de Tercera, los rescatados del ERE, los retoques de fiabilidad cuestionable... Aquel equipo bajo sospecha es ahora un líder en potencia, una formación rebelde que se ha ganado el crédito de todos con resultados, juego, actitud y un mensaje claro: no se rinde. El Córdoba está dejando de ser un cualquiera en la Segunda División. Gana batallas en el campo y en la grada. Se supera a sí mismo y espanta fantasmas. Y está dando a sus fieles -los de siempre y los que se van sumando- algo que llevaban mucho tiempo añorando: compromiso, espectáculo y razones para ilusionarse. No se trata ya una cuestión de fe, que básicamente consiste en creer en lo que no se ve o no se puede comprobar. Es un asunto de amor y respeto. El Córdoba de Paco Jémez ha reconquistado el corazón de su gente del mejor modo posible: con fútbol. Un vistazo a la clasificación es la más eficaz campaña publicitaria. Quienes ven al equipo salen con deseos de volver a hacerlo. El miércoles llega a El Arcángel la Copa del Rey, otra ocasión para sumar adhesiones a una aventura apasionante.

Aquello de tantear al adversario, especular con la pelota, dedicarse a verlas venir y todo ese tipo de maniobras que tanto proliferan en la categoría con la pretensión de madurar el partido no van con este Córdoba. Para los de Jémez, el pitido inicial tiene un significado literal: comienza el juego. Y lo llevan hasta las últimas consecuencias. Por encima de cualquier circunstancia. Los blanquiverdes salieron, como siempre lo hacen, a lo suyo. Con la línea defensiva muy arriba -lo que le costó algún que otro riesgo-, presionando en espacios cortos para robar y saliendo en veloces combinaciones, el Córdoba atosigó al filial amarillo sin compasión. En el primer cuarto de hora, los de Molina apenas tuvieron ocasión de cruzar la línea del centro del campo. El monólogo local era abrumador. Las situaciones de riesgo para el buen meta Mariño se sucedían sin descanso. Lanzó un centro Cerra al que no llegó Charles, probó López Silva con un disparo que repelió un defensa, Quero exigió al portero con un disparo raso y otro zarpazo de Patiño se marchó arriba. El Arcángel, enganchado al emocionante carrusel, bramó cuando el árbitro dejó sin sancionar un claro penalti por mano de Jaume Costa tras un lanzamiento de Patiño en el minuto 17. Y en pleno vendaval local, una ráfaga de frío: Joselu, el máximo goleador de la categoría, definió con precisión un mano a mano ante Alberto García tras escapar del fuera del juego. Era la primera aparición en ataque del Villarreal B.

El Córdoba insistió sin miedo ni desmayo. También lo pasó mal en algunos lances más por errores propios que por aciertos ajenos. Iriome la tuvo, pero Alberto le sacó el balón de los pies tras perseguirle hasta una esquina del área. Un despiste de Gaspar propició otra llegada de Joselu, pero la incursión del pichichi fue frenada por un atinado Alberto. Y entonces llegó la réplica cordobesa. Bella y letal. López Garai realizó un cambio de orientación perfecto hacia Juan Fuentes, éste aguantó la pelota, progresó y la colocó en el corazón del área, donde Javi Patiño, emparedado por los centrales, conectó un acrobático remate para batir a Mariño. Los números en el intermedio resultaban reveladores: el Córdoba tuvo un 65% de posesión de balón, con 26 llegadas al área por sólo tres de su rival. Pero vaya tres.

Se notó la arenga de Molina en el vestuario -y también la entrada de Toribio por Iriome- y el Villarreal manejó más la pelota. El pleito tendía hacia el equilibrio a medida que las fuerzas iban menguando tras un brutal desgaste físico anterior. Un cabezazo de Charles que repelió el larguero hizo hervir la grada. Fue la opción más clara de los blanquiverdes antes de que se entrara en una fase en la que nadie logró un control claro. El armisticio parecía firmado. Pero aún se guardaban las últimas andanadas. En el 88, Airam protagonizó una contra y sirvió el balón franco a Kike López, que le pegó con toda el alma para enviarla al poste. Con el nudo en la garganta, el cordobesismo soñó con la gesta apenas unos segundos después. López Silva sirvió un balón al área chica y Tena, que iba en carrera, conectó un remate con la cabeza que rozó el palo. Apenas hubo tiempo para más. Un punto y a seguir remando.

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