"Dime que no estoy soñando"
El cordobesismo, en ebullición tras el recital de Sabadell · Alianza entre club y peñas para el duelo ante el Alcorcón
El pasado fin de semana regresó a la primera línea de la trinchera informativa una pieza de culto en las redes sociales, una narración enloquecida en la que el periodista Óscar Cuesta relataba atropelladamente, entre la risa y llanto, el asombroso final de un partido de la Liga ACB de baloncesto entre el Unicaja de Málaga y el Real Madrid. "¡Dime que no estoy soñando, díme que no estoy soñando...!", gritaba como poseído el bueno de Óscar, convencido en ese minuto frenético de que lo que estaba presenciando pertenecía al capítulo de los sucesos mágicos. Muchos cordobesistas también creyeron soñar -algunos en vivo y en directo y otros, muchísimos a tenor de los índices de audiencia, por televisión- con el encuentro que los blanquiverdes progonizaron en la Nova Creu Alta. El 0-3 al Sabadell, equipo revelación del campeonato -hasta ahora, claro-, mostró el perfil más brillante de la formación de Paco Jémez, que no se apartó de los cánones de la humildad pero se permitió -la ocasión lo requería- ciertas licencias en la sala de prensa. El entrenador de Fátima rezumaba orgullo. Por él y por los suyos, por esos futbolistas que hace cinco meses andaban medio perdidos por campeonatos de segundo o tercer nivel y que hoy figuran, subrayados en rojo, en las agendas de los principales clubes del país.
"Díme que no estoy soñando", se pudo leer en las redes sociales en numerosos mensajes entre los seguidores del Córdoba, en un guiño más que procedente. El conjunto de El Arcángel está espantando durante una apasionante temporada muchos de los fantasmas que le venían persiguiendo desde tiempo inmemorial. Su nefasta tendencia a las pifias cuando tiene el viento a favor, su capacidad para encadenar actuaciones tristes y recuperar el vigor solamente en ocasiones especiales, su alianza con la suerte -la buena y la mala- en instantes claves de su historia... Todo eso se ha aparcado o directamente olvidado.
Una nueva generación está reclamando su oportunidad de llevar al club a ese sitio vedado, ese paraíso que los principales clubes de Andalucía han pisado al menos una vez en la última década... excepto dos. El Jaén y, sí, el Córdoba. ¿Ha llegado el momento de dar un giro a la historia? Con trece jornadas disputadas, un balance clasificatorio más que notable y unas sensaciones extraordinarias en el campo, parece lógico pensar que hay que intentarlo. Después de muchísimo tiempo, los hechos están tomando el lugar de las palabras. Y el cordobesismo empieza a movilizarse. Si la comunión sigue creciendo, El Arcángel será muy pronto una caldera.
Dentro de nada, este Córdoba al que todo el mundo dedica elogios por su atractiva propuesta futbolística, por su habilidad para exprimir el potencial de jugadores semidesconocidos y por su dignidad para afrontar las tempestades de una competición profesional inmerso en un concurso de acreedores y sin un euro para gastar, comenzará a producir una percepción distinta. Dejará de ser simpático y lo verán como un incordio, una seria amenaza a los que están llamados, por historial y poderío económico, a ocupar la zona de los aristócratas en Segunda. A día de hoy, el Córdoba está ahí y no tiene la más mínima intención de conformarse. Dime que no estoy soñando.
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