Hoy no es un día cualquiera en Lucena. El arranque de la segunda vuelta traerá hasta el Municipal al Écija, el sólido líder de la categoría, en uno de los momentos más comprometidos para el conjunto provenzal. Tras encadenar por primera vez en la temporada dos derrotas consecutivas y después de una agitada semana en los despachos, el conjunto de Antonio Montero tiene una de esas citas que marcan el devenir de un equipo a lo largo de la competición.

Son los riesgos colaterales que hay que asumir cuando un club quiere ser grande, cuando quiere dar el paso más allá de la mediocridad. El Lucena se ganó durante la primera vuelta el respeto de la categoría y coqueteó durante muchas semanas con los puestos que permiten pelear por el ascenso a Segunda. La directiva, con una ambición avalada por los resultados, señaló que era el momento de dar el salto y se marcó el mayor de los objetivos. Por eso, las dos últimas derrotas han venido a aplacar las ansias de un equipo que se vio al nivel de los mejores.

Especialmente doloroso fue el revés de la pasada jornada ante el Puertollano (0-1), un marcador que hizo a los aracelitanos desplomarse hasta una engañosa undécima plaza, aunque a sólo cuatro puntos del cuarto clasificado.

Ese marcador fue el inicio de una semana con más noticias en los despachos que en el césped. El fichaje de Diego Herrera y el seguimiento a la evolución del Gato Romero fueron sólo el prólogo a la bomba. La decisión de Jon Ander López de declarar transferibles a Pineda, Berenguer, Gotardi, Cristorí, Madrigal y Cordero -"no queremos que nadie se duerma ahora", declaró el presidente- puede desestabilizar el grupo en uno de los momentos más críticos de la temporada, pero es un mensaje plagado de intenciones.

Y si este Lucena está hecho para grandes empresas, nada mejor que demostrarlo ante el líder, un Écija sólido que saca petróleo de sus goles (sólo 25) y que ha ganado 11 de sus 19 partidos. Siempre es un buen momento para dar un golpe de autoridad, pero quizás hoy sea, simplemente, el mejor.