El malestar de las ciudades | Crítica

La ciudad como negocio

  • Jorge Dioni López analiza cómo la urbe ha virado en decorado de producción

Jorge Dioni López (Benavente, 1974).

Jorge Dioni López (Benavente, 1974).

Su anterior La España de las piscinas fue uno de los ensayos más leídos y recomendados. Bajo la España que trajo el boom inmobiliario (el paraíso era vivir en la salvífica periferia de las ciudades), se analizaba el urbanismo como ideología del comportamiento. Esto es, la profusión de las “islas verdes” (zonas comunes en urbanizaciones y cogollitos periféricos) y las “islas azules” (sin piscina no había paraíso).

Ahora, con El malestar de las ciudades, Jorge Dioni López vuelve a analizar el gran animal urbano, la ciudad, para diseccionarla y hablar de los males contemporáneos que la aquejan. Hoy por hoy ya no existe el sueño de la periferia que imbuía a la llamada clase media aspiracional. Ahora, la gente no es que quiera dejar su ciudad. Es que no puede vivir en ella. La ciudad se ha vuelto un hábitat exclusivo y exclusivista. Los centros de las ciudades se han convertido en espacios tematizados (dice certeramente el autor que en el centro de Burgos uno encuentra antes una espada del Cid que un kilo de carne picada). El centro se despuebla de aborígenes, pierde su textura de barrio. Cierto es que hubo un tiempo, muchísimo antes de la implosión de los pisos turísticos, en el que casi nadie quería vivir en la almendra de las ciudades (suciedad, pocos aparcamientos, bares cutres, servicios deplorables). Pero se ha pasado al extremo opuesto, que ha transformado el hábitat del centro en una maqueta indistinta, tematizada por la logística del souvenir y sus complementos. Incluso los monumentos históricos que sirven de reclamo han adquirido como una pátina de bisutería que los aíslan del lugar en los que fueron erigidos.

Dioni López analiza cómo las viviendas no se hacen ya para las personas sino para el negocio. El rentismo ha destrozado la producción. Una ciudad es su gente (se relacione o no), lo otro es un decorado. El autor distingue con sutileza entre liberalismo y neoliberalismo (el segundo, paradójicamente, crece como un estado que necesita al Estado). Lo que hace peculiar el enfoque no es sólo el lamento plañidero por la mercantilización total del espacio. El fenómeno (especulación, turismo desaforado, consumismo de domingo) se ha aceptado casi sin resistencia. Hasta hoy, cuando ya tenemos la maqueta: sociología de ciudad igual a modelo productivo.

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