Soldados y padres | Crítica

Ronda de fantasmas

  • 'Soldados y padres', de José Jurado Morales, ha merecido el Manuel Alvar de Estudios Humanísticos  por su conmovedora y precisa indagación en la memoria de los combatientes del 36, a través del recuerdo de sus hijos

Imagen del escritor sanluqueño José Jurado Morales

Imagen del escritor sanluqueño José Jurado Morales

El sanluqueño José Jurado Morales ha obtenido el Manuel Alvar de Estudios Humanísticos de 2021 por esta obra, Soldados y padres, cuya importancia, cuyas significación y relieve, se escanden en varios planos, que el propio autor señala al comienzo y el final del ensayo. Como se desprende con facilidad del propio título, que viene subtitulado como De guerra, memoria y poesía, Soldados y padres es una incursión en la memoria, no tanto de los combatientes de la Guerra Civil, cuanto de los hijos que conocieron, de modo marginal en muchos casos, la participación de sus progenitores en nuestra última contienda autófaga. Los hijos de aquellos padres son los poetas y escritores Joan Margarit, Jane Durán, Jorge Urrutia, Jacobo Cortines, Miguel d'Ors, Pere Rovira, Andrés Trapiello, Antonio Jiménez Millán y Julio Llamazares. Los padres de estos hijos son una mezcla, acaso representativa, de la España de aquel entonces: un ingeniero, un músico, un poeta, dos estudiantes, un guarnicionero, trabajadores de los ramos textil y ultramarinos, y un maestro del ámbito rural, cuya existencia, hoy, resulta sin duda más exótica que en la España, eminentemente agrícola, de los años 30.

Nos encontramos aquí con el solmene y trémulo mutismo de los combatientes de cualquier guerra

Todos ellos, como se ve, pertenecían a la sociedad civil. Y todos frisaban los veinte años cuando la guerra los extrajo de su mundo. Según declara Jurado Morales, su objetivo último es establecer “un diálogo humanístico o un cruce entre la historia, la memoria y la literatura”. Añadamos también que unos padres combatieron del lado nacional y otros del lado republicano; y que en numerosas ocasiones, la vinculación política era débil o inexistente. Esto es, que lucharon donde les tocó, como la mayoría de los combatientes. De todo ello se extrae una doble uniformidad, que da cuerpo -un cuerpo espectral si se quiere- a este Soldados y padres. Por un lado, la difícil intermediación del hijo para conocer, para adivinar, la desdicha juvenil del padre. De otra parte, el solemne y trémulo mutismo con que se conjuran los participantes de cualquier guerra. No es necesario recurrir a Freud (sus “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte” son del 1915), para comprender esta evidencia traumática. El hombre que ha visto la muerte, que quizá la ha provocado con sus actos, necesita toda una vida para olvidarlo. Probablemente, sin éxito. Ese es, como digo, uno de los trágicos lazos que unen a todos aquellos muchachos, hoy virados al sepia. El otro, como ya se ha señalado, es el de alcanzar, el de intuir, por entre la malla ideológica, el hilo indeleble de lo humano, que une al al poeta con su padre.

De toda esta búsqueda se desprende otra verdad que Jurado Morales no quiere manifestar de modo expreso, pero que es, en gran medida, la razón última que impulsa estas páginas, llenas de emoción verdadera, por cuanto no eluden el dolor, el desapego, la amargura. Me refiero a que Soldados y padres nace de la conciencia de una lejanía, en buena parte insalvable. Ya no queda nadie de quienes combatieron en aquella guerra, la guerra de nuestros abuelos. Y los hijos de aquel conflicto, nacidos en torno al 36, ya rondan los ochenta años. Se establece así una triple distancia que es la que quiere acortar este libro, al margen del frío estatuto de la Historia. En Soldados y padres se trata de alcanzar, en algún modo, la reverberación de un eco. No es sólo, pues, que lleguemos a conocer la trepidación de la guerra a través del testimonio remiso, parco y dolorido del combatiente; es también que dicho testimonio -dicha ausencia testimonial-, viene filtrada por las necesidades y apreciaciones sentimentales de un hijo. Un hijo que, laboriosamente, desde el amor o su contrario, va componiendo la difícil taracea de un hombre, cuando ese hombre apenas lo era y hubo de marchar al frente para volver convertido en otra cosa: en un proyecto malogrado de sí mismo.

Lo que se desprende, pues, y en todo momento, de esta obra, es la difícil, la inmensa lejanía de todo aquello. Y el rastro perdurable de amargura que sigue a cualquier conflicto armado. Lo que emana, cautelosamente, de este Soldados y padres es el cerrado silencio que sigue a la destrucción, audible varias generaciones más tarde.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios