CULTURA

Eduardo Mendoza regresa con un desternillante 'thriller'

El escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) durante la presentación de su última novela en la Fundación Cajasol de Sevilla.

El escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) durante la presentación de su última novela en la Fundación Cajasol de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

Como el que  a principios de año se promete dejar de fumar o adquirir el hábito de visitar el gimnasio -más allá de sacarse el carnet- sabiendo que no cumplirá su propósito. Este aroma a papel mojado invadió el anuncio que el escritor Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) realizó en 2021 cuando dijo que se había hartado de escribir novelas y se retiraba. Esa misma tarde se puso manos a la obra para regresar a las librerías con Tres enigmas para la Organización (Seix Barral).

Su retorno -si es que alguna vez se fue- viene de la mano de una novela plagada de humor, de sorna, de ironía y de parodia para narrar las aventuras -y desventuras- de una chapucera organización de espías de la Ciudad Condal. Los nueve integrantes del peculiar organismo deben enfrentarse a un triple enigma que -aparentemente- nada tiene que ver entre sí: la aparición de un cuerpo sin vida en un hotel de las Ramblas, la desaparición de un millonario británico en su yate y la empresa Conservas Fernández, que no ha subido sus precios en el último año.

"Yo no entiendo lo que pasa en esta novela, pero me da un poco igual", indica el escritor entre risas durante la presentación de su libro en la Fundación Cajasol. Lo que sí tiene claro es que es una de las novelas con las que más se ha divertido. Y es que el serial de personajes que componen el cuadro queda muy lejos del infalible James Bond. 

Los entresijos de una atípica organización de espías

"Ellos se toman muy en serio a sí mismos", explicó el escritor. Y tiene toda la razón. La organización a la que pertenecen –fundada durante el Franquismo– no permite el uso de teléfonos móviles –mucho menos de otro tipo de artefactos tecnológicos– o el pago con tarjeta de crédito. Todo ello en la Barcelona del siglo XXI plagada de turistas.

Al frente de esta banda está el jefe cuya característica principal "es decir los topicazos que están en boca de todo el mundo", destacó el autor y apostilló además que este personaje tiene el rol de "ordenar la historia" –para que lector no pierda el hilo–, "pero porque no tiene ni idea de lo que está pasando". Los miembros del equipo que lidera utilizan apodos como Buscabrega, Pocorrabo o Marrullero que van cambiando si todo el grupo lo aprueba por unanimidad. "Un personaje tiene que tener un nombre y ha de ser un poco absurdo. Que un japonés se llame Monososo es totalmente absurdo", manifestó Mendoza y expresó que a partir de sus nombres "va saliendo la caracterización de cada personaje".

Portada de la obra. Portada de la obra.

Portada de la obra. / D. S.

A pesar de que la obra gire sobre la parodia, el autor no dudó en señalar que todo "tiene una coherencia interna. La burrada se resuelve de una manera tan burra como se planteó".

Más cerca de la TIA que de la CIA

Lo que sí es cierto es que el escritor proyecta una gran compasión –entendiéndola como amor paternal– hacia cada uno de sus personajes: "Lo que me enternece de los míos –que son rematadamente marginales, inútiles y un poquito extraterrestres– es que no saben lo inútiles que son y quieren demostrar su valía".

Lo cierto es que esta organización de espías tiene más parecido a la que fichó a Mortadelo y a Filemón que a la institución estadounidense cuyos agentes protagonizan los thrillers más vendidos: "Un problema que tiene la novela negra es que es serial. Muchas tropiezan con que en la cuarta o quinta entrega empiezan a tomarse demasiado en serio a sí mismas", valoró Mendoza y señaló que "esto pasa con todos los detectives y agentes secretos. El primer libro está muy bien, el segundo también, pero en el tercero el protagonista empieza a hablar de la relación con su madre cuando era pequeño y la cosa se va a la porra".

Sin parar de bromear, Mendoza indicó que esto mismo sucede últimamente con los superhéroes. "Antes Superman se dedicaba a volar y a hacer sus cosas. Ahora está sufriendo de tal forma que es mejor ver una película búlgara sobre una madre soltera que ir al cine para disfrutar de Batman".

Un homenaje a una generación

Lo cierto es que la novela homenajea a toda una generación –la de Mendoza– que no se maneja con los aparatos ni con las redes sociales. Pero también, a los géneros que formaron al escritor. Como una especie de deuda con un oficio que deseó ejercer desde niño. Desde los cómics de humor y de aventuras como El guerrero del antifaz o El hombre enmascarado hasta las novelas de Julio Verne.

Aunque no le gusta escuchar las alabanzas de los críticos, sí que considera que gracias a su trayectoria –de innegable valor– ha "vuelto a poner al humor en el lugar de la narrativa que le corresponde, al lado de la novela histórica o de intriga". De este modo, se ha servido de una de "las damas de la literatura" –partiendo desde el respeto hacia determinados colectivos, pero sin coartarse– para ser un maestro de iniciación de muchos jóvenes en ese universo de fantasía que supone abrir un libro: "Es posible que haya cumplido este papel y si eso tiene premio metálico, lo recogeré gustoso".

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