Sabios rebuznos
Burro | Crítica de teatro
La ficha
***** Burro. Producción: AY Teatro. Reparto: Carlos Hipólito, Iballa Rodríguez, Fran García y Manuel Lavandera. Dramaturgia y versiones: Álvaro Tato. Dirección: Yayo Cáceres. Fecha: viernes 29 de noviembre. Lugar: Gran Teatro. Media entrada.
Malos tiempos para la cultura corren por estas fechas, más aún si deben medir su pulso con la vorágine del Black Friday. Quienes no sucumbieron a la tentación consumista y apostaron por el arte fueron recompensados con un espectáculo mayúsculo. Burro subió a las tablas del Gran Teatro de Córdoba.
Como su nombre indica, la obra es una recopilación de textos que abarcan cerca de 26 siglos y en los que este animal es el protagonista. Ante la inminente llegada de un incendio, atado a su estaca en mitad del campo, un singular jumento toma la palabra para compartir su ancestral viaje a través de escritos firmados por Esopo, Apuleyo, Fray Anselmo de Turmeda, Cervantes, Juan Ramón Jiménez y algún que otro guiño a Shakespeare. Larga vida en la que da testimonio del agravio sufrido a manos de esos “monos sin pelo” que lo han domesticado para abusar de su noble condición.
Confeccionar una historia sobre el escenario que además de ilustrar pueda, al mismo tiempo, conmover no es moco de pavo. Pero, si el proyecto cuenta con dos pesos pesados y Ronlaleros, el reto parece hasta sencillo. Los fundadores de AY Teatro, con Álvaro Tato a la pluma y Yayo Cáceres a la batuta, conforman la dupla perfecta que logra conjugar las piezas necesarias para ofrecer un espectáculo creativo, dinámico y emotivo.
De poco sirven estas cabezas pensantes sin el capital humano que lo materialice. Ahí aparece el toque magnífico de Manuel Lavandera junto a la versatilidad de Iballa Rodríguez y Fran García, soberbios tanto en sus aportaciones musicales como interpretativas. El trío acompaña al magistral Carlos Hipólito, capaz de abarcar el teatro con su presencia y conseguir, como pocos profesionales hacen, que hasta un silencio sea rotundo.
No existe animal que haya acompañado tanto al progreso de nuestra civilización como el burro, gracias a su fortaleza, capacidad de sacrificio y simplicidad de carácter. Sin embargo, al contrario que otros mamíferos domesticados, históricamente no le correspondimos con el favor de nuestro cariño, más bien todo lo contrario. Tal fue nuestra ingratitud que hasta corrió peligro de extinguirse cuando las máquinas acapararon el trabajo que desempeñaba. Hoy, los pocos burros que hay se reparten por santuarios recibiendo visitas de escolares y gentes curiosas. Alejados del mundanal ruido, disfrutando del merecido descanso y más felices. Quién fuera burro de ahora.
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