Cordobeses en la historia

Una princesa feminista en la Córdoba del siglo X

  • Wallada bint al-Mustakfí nació en el palacio califal, murió en la casa que nunca compartió, salvo con sus alumnas y los poetas de Córdoba y fue la primera mujer en reivindicar el derecho a la igualdad

SE llamó Wallada y es la única princesa del reinado Omeya de la que se tiene referencia. Hija de Muhammad III al-Mustakfí, había nacido en el año 994 de la era cristiana. Coetánea de Hixem II, su infancia transcurrió entre las maestras, las sabias, las cantoras y las poetisas que conformaban los harenes del alcázar cordobés, en plena decadencia del Califato, mientras el caudillo Almanzor comenzaba a regir los destinos de al-Ándalus.

La poesía había sido ya introducida en los palacios y almunias, tras la llegada del músico Ziryab, a través de las cantoras-compositoras que acompañaron al "pájaro negro" hasta Córdoba. La convivencia entre éstas, las nobles y las esclavas, propiciaría una escuela extendida por todo el reino andalusí, con una nómina de poetisas que no tendría parangón en la historia de la península, hasta bien entrado el siglo XX.

Una de las más destacadas de Andalucía, y la única conocida en la historia de la literatura local, sería esta princesa, cuya vida y personalidad quedaron recogidas en anécdotas y fragmentos, dedicados a otros personajes de su tiempo, y a través de la obra del poeta Ibn Zaydun, nueve años más joven que ella, en cuya producción, fama e inspiración tuvo Wallada una influencia decisiva.

Conocida por sus coetáneos como Safo de Córdoba -tanto por su dotes literarios como por su libertad sexual- alcanzó el rango de princesa el 11 de enero de 1024, fecha en la que su padre accedió al trono, tras provocar una revuelta popular y asesinar, en los baños del palacio, a su antecesor. El también Omeya Abderramán V había sido elegido legítimamente por el pueblo, mediante asamblea celebrada en la Aljama cordobesa, quedando al-Mustakfí derrocado. Diecisiete meses después del golpe de estado, Mohamed III fue también víctima de una revuelta. Tras el asalto al alcázar califal, huyó entre las esclavas disfrazado con sus mismos ropajes y fue asesinado al poco tiempo. Al morir sin descendencia masculina, correspondieron a Wallada los derechos reales del padre y la obligación de contraer matrimonio o ser tutelada por el miembro de la familia más cercano en parentesco. Pero, en lugar de acatar las normas, optó por vender dichos privilegios y comprar su independencia.

En una sociedad en donde las sabias (maestras) debían impartir sus clases ocultas o veladas, ella se instaló en una casa propia, creó una escuela femenina, abrió un salón literario, frecuentado por los principales poetas y literatos de su tiempo, con el consiguiente escándalo, y sobre su hulla o túnica amarilla -símbolo de su condición de noble- se hizo bordar unos versos que rezaban: Estoy hecha por Dios para la gloria/ y camino orgullosa por mi propio camino.

Wallada posó sus ojos en el poeta Ibn Zaydun y provocó la primera cita amorosa enviándole los siguientes versos: Espera, a la hora en que las sombras de la noche sean oscuras, mi visita, pues para mí la noche es el mejor medio de guardar el secreto.

Comienza así una relación -secreta, por la vinculación política de él con los Banu Yahwar, enemigos de los Omeyas- en donde la comunicación epistolar compone los versos más conocidos de la princesa. Poemas que evidencian la pasión, después los celos y finalmente la ira que provocó la ruptura. La razón de esta última se presta a distintas interpretaciones. Pudieron ser celos literarios, provocados por los halagos de Ibn Zaydun al poema de una alumna de Wallada o en encuentro sexual del poeta con una esclava de ella, sucumbiendo a una estrategia urdida por la propia familia de la princesa. Sea como fuere, Wallada volvió sus ojos al poderoso visir Ibn Abdus, su eterno enamorado y asiduo rondador de su casa, al que invitó a entrar comparándole con un lago a sus puertas e invitándolo a desbordarse dentro.

Amparada por él, inició una persecución contra Ibn Zaydun que comenzó con su encarcelamiento, y posterior exilio de Córdoba, y bajo su protección vivió hasta el final de sus días, más difíciles en la medida en que el califato se iba desmembrando y el esplendor de los Omeyas iba siendo un reflejo cada vez más lejano.

A pesar del simbolismo de su nombre -Wallada: la que da la vida- y a pesar del poema que le dedicó su alumna y esclava, Muhía (te han convertido en una parturienta sin marido alguno), no hay datos que confirmen si llegó a ser madre. Se sabe que nunca se entregó en matrimonio y que murió el 26 de marzo de 1091, a punto de cumplir un siglo de vida, mientras los almorávides arrasaban la Córdoba que la vio nacer.

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