Salvador Giménez loa la figura del costalero y recuerda que es “un servidor”

El colaborador de 'el Día' ofrece un recorrido histórico sobre la labor de los portadores en su pregón

Salvador Giménez, en un momento del pregón en la Magdalena.
Salvador Giménez, en un momento del pregón en la Magdalena. / Juan Ayala

"El costalero es un servidor. Pone su trabajo al servicio de los demás". Así define esta figura cofrade Salvador Giménez en el Pregón del Costalero que ha ofrecido en la Magdalena, en el que hizo un recorrido histórico sobre los portadores de los pasos de la Semana Santa y dejó bien clara la idea de que estas personas se equivocan si "se acercan a este mundo buscando protagonismo".

Dividido en cuatro chicotás, el pregón de Giménez también representó una defensa de la Semana Santa, pero no como un hecho meramente cultural, sino como "una protestación pública de la fe, la de un pueblo como el cordobés, que no renuncia de sus ancestros, ni tampoco de su historia".

Córdoba, Jerusalén de Occidente

Tras el preceptivo golpe de martillo –el mismo que se da en cada paso antes de cada levantá–, el colaborador de el Día inicia su pregón con la primera chicotá: "Córdoba, Jerusalén de Occidente".

En ella, alude a los días de la Semana Santa que están por llegar, la Cuaresma y cómo se vive en las hermandades. Un tiempo, a su juicio, en el que "el cofrade se transforma en un ser especial".

Y aquí, subraya que "obviar a Dios de nuestro día a día cofrade, convertiría a este movimiento en algo hueco, falso, impostado. Lo demás, arte, cultura, antropología, es accesorio, superficial e insustancial para el hombre de fe".

"Obviar a Dios de nuestro día a día cofrade, convertiría a este movimiento en algo hueco"

E insiste en que "una sociedad en la que Dios no está presente, está irremediablemente expuesta a perder sus valores, a no reconocer su cultura".

La primera chicotá continua y, en ella,Giménez se sirve de los diferentes escenarios que recorrerán a partir del Domingo de Ramos las cofradías para dibujar los días de la Pasión.

San Fernando y San Álvaro de Córdoba

Así, hasta llegar a la segunda chicotá del pregón del costalero, dedicada a San Fernando y San Álvaro de Córdoba, que comienza asegurando que "la fe en Cristo siempre está presente en esta Córdoba que parece dormida".

Giménez vuelve a ofrecer un recorrido histórico del cristianismo en la capital cordobesa y ensalza la figura del obispo Osio, del que recuerda que sin él "es posible que hoy no pudiéramos sacar nuestros pasos a la calle y, lo que es peor, no pudiéramos venerar públicamente a Jesús de Nazaret".

Los pioneros del costal

Tras repasar la trayectoria del rey Fernando III, y a san Álvaro, el pregón llega a la tercera chicotá, con el recuerdo a los pioneros del mundo del costal en Córdoba. En este momento, Giménez echa la vista atrás y hace un relato histórico del mundo del costal.

Recuerda también que la "dureza del trabajo, hacía que muchas cofradías destinen parte de sus pagos a salarios para pagar cargadores que porten sus pasos" y que otras, por ejemplo, regalaban una garrafa de vino de Montilla-Moriles.

También expone la evolución de la estructura de las parihuelas hasta que el modelo de paso nuevo, con faldón y cargadores dentro, se afianza en el siglo XX.

En este punto, rinde homenaje a dos grandes cuadrillas de costaleros en Córdoba: la de la familia Sáez y la de José Gálvez.

Éste último, por cierto, fue el responsable de ponerse al frente, de manera improvisada, del palio de la Virgen de la Paz ante "la indisciplina y la falta de pericia de los hombres que la portaban".

Tras él, llegaron Rafael Muñoz Serrano, quien pone la primera cuadrilla de costaleros hermanos en Córdoba, e Ignacio Torronteras Paz, además de Antonio Sáez Pozuelo, conocido como el Tarta. Giménez recuerda que fue bajo las órdenes de Sáez cuando salió la última cuadrillas profesional en 1982 en Córdoba.

La labor de las cofradías

Y para los tres pidió una calle, una demanda que engancha con la cuarta chicotá: "El costalero servidor de Dios a través de su labor con las cofradías". En ella loa la figura de los portadores y ensalza también los valores de "compañerismo, disciplina, respeto, sacrificio y obediencia" que se les presupone.

"El costalero no es una vedette, ni tampoco una superestrella. El costalero no deja de ser otro personaje más en el drama pasionista que vivimos cada año en nuestras calles", expone y recuerda que "no deja de ser un protagonismo anónimo, que pone su esfuerzo para mayor gloria de Dios y de su Madre".

"El costalero no es una vedette, ni tampoco una superestrella"

Subraya también que "el costalero, o capataz, que busque otra cosa, llámese protagonismo o notoriedad, aún sin darse cuenta de su error, tal vez sea un buen costalero, conocedor de su oficio, pero será un costalero incompleto, un costalero impostado, un costalero que no ha sabido capta".

El final del pregón llega con un repaso a lo que está por llegar con la Semana Santa, algo para lo que "la ciudad no hace falta que sea avisada. Está puesta en su sitio".

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