Cordobeses en la historia

El pájaro negro que importó música y modales a Occidente

  • Abu l-Hasan Ali ibn Nafi llegó de Bagdad y trajo consigo las refinadas costumbres de aquella corte, su música y los pilares de la Córdoba referente cultural de un Occidente aún adormecido

DICEN que había venido a nacer en el seno de una tribu kurda, en el 789; también que era liberto o que creció en Bagdad. Y es que, los orígenes del poeta, músico y cantor son tan oscuros como el color de su piel; esta característica y la asombrosa belleza de su canto le otorgaron el apodo por el que fue conocido: Pájaro Negro o Mirlo (en árabe Ziryab).

Por estas virtudes y por sus exquisitos modales, destacó en la capital de Iraq donde fue alumno de célebre Isaac al-Mawsili. Animado por las referencias de éste, quiso conocerle el califa Harun al-Rasid, a quien produjo tan honda impresión que lo convirtió en el poeta y músico oficial de la corte. Talento y éxito, conllevaron celos, intrigas y enemistades, de las que no escapó su propio maestro Isaac, quien le compró su partida. Recaló en Túnez, se acercó a su música popular y ofreció su arte a Alhakem I. Con poco más de treinta años y en el 822, el músico llegó a Cádiz, pero el monarca había fallecido. Sin embargo, en la capital del emirato fue recibido con honor por el sucesor. Instalado en la corte, Abderramán II le cedió la almunia de al- Fat Nars, construida por el imán que le dio nombre y situado junto al actual puente de Miraflores. Allí, junto al campo de olivos por donde paseaba la gente elegante de Córdoba, comenzó a introducir rotundos cambios en el protocolo omeya y en la vida cotidiana de los cordobeses, en tanto volvía a crecer en su entorno el prestigio y la envidia que le alejaron de Bagdad. Traía consigo más de un millar de poemas, un juego desconocido, el ajedrez, que enseguida lo hizo popular entre los cordobeses, y un talento inusual; al germinar en los posos de Córdoba, floreció un movimiento musical que, como en otras disciplinas del arte, sólo puede llevar denominación de origen andalusí. Pero su innovación más popular y cuestionada, es la introducción de la quinta cuerda al laúd (la del alma), entre la segunda y tercera. Esta innovación la defiende Henri Pérès aludiendo a unos versos de Ibn Ammar a Almutamid: "…las sospechas se acompañan de calumnias como las cuerdas terceras ayudan a las segundas".

Con él, el plectro (púa) dejó de ser de madera y los cantos comenzaron a dividirse en tres tiempos, y hay quién le considera el impulsor del flamenco y de los instrumentos de cuerda, desde la guitarra al violín. El Algarve andalusí y el Sur de la Península, fueron los primeros en implantar las industrias de instrumentos de cuerda, cuyas notas serían extendidas luego por los trovadores al resto de la futura España. Con él se tienen las primeras referencias de la poesía femenina andalusí y española, a la que Córdoba y Granada dieron su más amplia nómina. Esclavas y nobles hacen públicas sus composiciones y, por vez primera, las cantoras interpretan composiciones propias y las nubas de Ziryab. Aquí creó el primer conservatorio de música conocido en Occidente, fundidos luego con las academias de danza y, a partir de su tiempo -coincide Pérès con otros autores-, posiblemente los hombres y mujeres andaluces no se dedicaron ya "exclusivamente a la danza; las danzarinas eran al mismo tiempo cantantes y músicas". Estas mujeres poseían una esmerada educación, revertía en prestigio social para las academias, y pingües beneficios para su venta como esclavas. Las hubo maestras o "sabias" en ciencias y letras, o diestras "en hacer juegos malabares con los sables y los dados".

El ya conocido como el Petronio de al-Ándalus, cambió la costumbre de beber en copas de metal (oro en el caso del emir) o de barro, por las de vidrio y hay quien le atribuye el comienzo de la fabricación y exportación de éstas, aunque su uso parece ser anterior, según denuncian algunas piezas arqueológicas. Cambió incluso la estética; pues se abrieron salones para el peinado, imponiendo, entre otras, la moda del flequillo y el corte de pelo, igualando estéticamente a los coperos y coperas (jóvenes que escanciaban el vino en las zambras), con un corte muy parecido al que, en los felices 20, se llamaría "a lo garzón". Productos para la limpieza de los dientes o la eliminación del vello, se sumaron a los ungüentos y aceites de belleza que, dentro y fuera de al-Ándalus, habían hecho popular la Puerta de Sevilla o de los Perfumistas y Drogueros. Sus dulces de dátiles, almendras, pistachos y otros frutos secos, aún perduran en la gastronomía andaluza. En lo doméstico, introdujo el uso de manteles o hules de cuero finísimo y, sobre ellos, los platos adornados para hacerlos más atractivos al comensal.

La corte y la sociedad de Córdoba fueron más exquisitas y se convirtieron en referente, no sólo en lo musical y literario. A pesar de la reflexión de Averroes respecto a Córdoba como ciudad de libros y Sevilla de músicos, señala también Pérès que no era la primera "la que monopolizaba el placer de la música", era sólo que "mostraba más ostentación de sus placeres, mientras que Córdoba, la puritana, sabía ser libertina sin que se viera a plena luz". Y en esta ciudad discreta, murió en el 857. Había sentado entre otras bases, las de su sucesor ben Musafa, el poeta ciego de Cabra, creador de la moaxaja y con ello, del romanticismo de la futura España, que tanto y tan secretamente bebió también de la poesía andalusí y, por extensión, de Córdoba.

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