La otra droga del siglo XXI

Foro Romano, 12

Las protestas del Distrito Sur contra la apertura de una sala de apuestas en el mismo es solo un ejemplo de la cruzada vecinal contra estos establecimientos

Protesta del pasado viernes Distrito Sur contra la apertura de una sala de juego.
Protesta del pasado viernes Distrito Sur contra la apertura de una sala de juego. / Juan Ayala

Cuando era solo un niño y me pasaba las tardes con mi amigo Hillo en el bar de sus padres, en Belalcázar, me llamaba la atención cómo determinadas personas a las que conocía se dejaban grandes cantidades de dinero en las tragaperras, algunos incluso casi sus sueldos. No comprendía cómo no llegaban a entender que –por muchas monedas que las máquinas acabaran escupiéndoles en esos ansiados premios, como en los casinos– la banca siempre gana.

Era con diferencia más el dinero que perdían a lo largo de la semana que el que ganaban. Esas máquinas tragaperras en los bares son la prehistoria de las salas de juegos y apuestas que han proliferado como hongos en los barrios –sobre todo obreros– de las ciudades y Córdoba no iba a ser una excepción, una proliferación que ya es más que preocupante, dado que el juego ya se ha convertido en la otra droga del siglo XXI, una droga que gente cada vez más joven prueba y que, como suele ocurrir, con los estupefacientes, se empieza con los más blandos para acabar con los más duros –se empieza apostando poco o jugándose pocas cantidades para acabar dejando tiritando la cuenta corriente–.

El presidente de la Asociación Cordobesa de Jugadores en Rehabilitación (Acojer), Salvador Secilla, ya ha denunciado la situación en torno a los salones de juego destacando la “alarma social” que supone esta actividad. Según hizo saber Secilla, la edad media del jugador en 1988 era de entre 45 y 50 años, mientras que en la actualidad ésta se sitúa entre los 25 y los 30 años. Y recordó además que en 2018 se abrieron 19 nuevas salas en Córdoba, algo que ha venido acompañado de “un alarmante bombardeo constante” de publicidad “a todas horas”.

El presidente de Acojer también hizo hincapié en que “no puede ser que haya un salón de juegos en la esquina de un colegio”, y denunció el uso de “ganchos” que usan estos establecimientos que derivan “en un sufrimiento para el que está enganchado y para la familia”.

Ese enganche tiene un nombre: ludopatía. Desde 2005, la ludopatía está considerada una enfermedad y, por lo tanto, se hace necesario regular la zona de influencia de los locales que se dedican a esta actividad, alejándolos de lugares como centros escolares, centros de salud y parques infantiles. Además, es cada vez más elevada la presencia de este tipo de locales en zonas desfavorecidas, donde enganchan a la gente desesperada.

Con este panorama, la ciudad le ha declarado la guerra a la ludopatía. El Pleno del Ayuntamiento de Córdoba se hizo eco de las quejas vecinales y aprobó hace tan sólo unas semanas una moción –que se convirtió en conjunta, pero que en principio era una iniciativa del PSOE– por la que el Consistorio se compromete a ejercer un control férreo sobre las salas de juego que están proliferando en los distintos barrios de la ciudad y sancionar a aquellas que no cumplan con la normativa.

Según la moción, entre otras acciones, el Consistorio extenderá a los distritos más afectados por el crecimiento de los locales de apuestas programas de sensibilización y prevención de la ludopatía, además de que pondrá en marcha una campaña de publicidad contra esta enfermedad. Una buena medida siempre que acabe dando resultado.

Los vecinos se sienten indefensos ante la proliferación de locales y, por ejemplo, el pasado viernes los del Distrito Sur se concentraron en la plaza de Santa Teresa para exigir que se frene la apertura de una nueva casa de apuestas en el barrio, situada junto a la citada plaza, y que supondría el tercer local de este tipo en la zona. Los vecinos llevan cerca de una semana recogiendo firmas para entregar al Gobierno central, a la Junta y al Ayuntamiento y pedir que, como mínimo, no se permita la apertura de una nueva sala de apuestas, teniendo en cuenta que ya hay otras dos en un radio de menos de 800 metros, y otra más en el polígono industrial de La Torrecilla, que también forma parte del distrito.

La Asamblea Extraordinaria de la Federación de Asociaciones Vecinales (AAVV) Al-Zahara mostró su total respaldo a la movilización llegando a plantear nuevas medidas para evitar un fenómeno que algún asistente calificó que hará tanto daño “como hizo la droga en los barrios en 1989”. Los vecinos proponen pedir que la Policía y la Fiscalía tome cartas por la presencia de menores en establecimientos de juego.

Y es que Al-Zahara sabe que debe liderar esa lucha vecinal contra la otra droga del siglo XXI, una lucha vecinal en la que más que nunca la unión hará la fuerza. Una lucha necesaria para regular antes de que sea demasiado tarde una situación difícil de regular. Porque, insisto, como pensaba cuando de niño veía perder cantidades ingentes a las tragaperras en el bar de los padres de mi amigo Hillo, la banca siempre gana; y quien no quiera verlo así se está engañando.

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