Sanidad
  • María Prieto y Gonzalo Camacho son dos jóvenes cordobeses que cuentan su experiencia como donantes de médula y explican la sencillez de un proceso seguro e indoloro que salva vidas

“Ser donante de médula ha sido una suerte”

María Prieto, donante de médula el pasado mes de marzo. María Prieto, donante de médula el pasado mes de marzo.

María Prieto, donante de médula el pasado mes de marzo.

Escrito por

· Ángela Alba

Redactora

Un día, casi sin pensar bien en qué consistía, María Prieto y Gonzalo Camacho se apuntaron al Registro de Donantes de Médula Ósea (Redmo), una red creada por la Fundación Josep Carreras con el objetivo de que todos los pacientes con leucemia u otras enfermedades de la sangre que necesitaran un trasplante de médula ósea y no tuvieran a un familiar compatible pudieran curarse gracias a un donante altruista.

La probabilidad de que los llamaran era muy baja, pero finalmente un día sus teléfonos sonaron. Estos dos jóvenes estaban concienciados con esta enfermedad porque conocían casos cercanos de amigos y familiares a los que la leucemia había golpeado, por lo que no dudaron ni un momento en dar sus células madre hematopoyéticas para salvar la vida de una persona desconocida.

Hace cinco años, María Prieto fue a donar sangre al Centro de Transfusión con una de sus hermanas y fue allí donde le propusieron hacerse donante de médula. Tras explicarle en qué consistía, aceptó, analizaron su sangre y quedó inscrita en una base de datos. No fue hasta octubre de 2020 cuando la llamaron de la Fundación Josep Carreras porque era compatible con un paciente, pero necesitaban otro análisis para cerciorarse al 100%. Así, volvió al lugar donde empezó todo, el Centro de Transfusión, donde las enfermeras le comentaron lo difícil que era llegar hasta ese punto y pasar esa última fase para llegar a la donación.

María, que ahora tiene 26 años, no se quiso "hacer ilusiones porque me dijeron que era muy difícil", pero después de Navidad, cuando ya se "había hecho a la idea de que no había funcionado", recibió otra llamada para comunicarle que había pasado el proceso, era 100% compatible y si quería seguir adelante. En ese momento, "te asustas porque piensas 'madre mía, hace cinco años dije que sí quería ser donante, pero no sabía en qué consistía'", pero no lo dudó y siguió adelante. "Ser donante de médula para mí ha sido una suerte", confiesa esta joven, que se imagina "el momento en el que le dijeran a esa persona que había un donante y en la esperanza que eso supondría para ella".

María piensa que este gesto es "de las cosas más importantes que haré en la vida"

En este momento del proceso, es cuando los profesionales sanitarios explican a los donantes los dos métodos posibles: la aféresis, en la que solo se extraen de forma selectiva las células madre hematopoyéticas (coloquialmente llamadas médula ósea) circulantes en la sangre, devolviendo el resto al donante; o punción en las crestas ilíacas (cadera), un sistema algo más molesto que ya se utiliza en muy pocos casos.María explica que, aunque te recomiendan cuál es mejor dependiendo de las necesidades del paciente, te dejan elegir entre ambos. A ella le recomendaron aféresis y así lo decidió.

El proceso continuó con unas pruebas médicas para comprobar que ella estaba bien porque "en todo momento te recuerdan que lo más importante de la donación es el donante; me he sentido segura y no he tenido ningún miedo", apunta.

Cuando la donación se hace mediante aféresis, unos días antes la persona tiene que ponerse unas inyecciones de crecimiento hematopoyético (hacen que las células madre vayan de los huesos a la sangre) y con ellas se pueden experimentar síntomas similares a una gripe, como dolor de huesos y músculos. Es el único efecto secundario que puede tener donar médula, aunque en el caso de María ni si quiera lo sintió.

Su donación se produjo el pasado mes de marzo en el Hospital Reina Sofía y, en su caso, el día que la citaron estuvo cinco horas, pero tuvo que volver porque necesitaban más células madre. "La experiencia es totalmente positiva, no haces ningún esfuerzo y no duele nada", incide. De hecho, al día siguiente "estaba trabajando en un colegio con niños pequeños". Para ella ha sido "un regalo" y piensa incluso que este gesto solidario es "de las cosas más importantes que haré en la vida".

Gonzalo Camacho ya ha donado médula dos veces para la misma persona. Gonzalo Camacho ya ha donado médula dos veces para la misma persona.

Gonzalo Camacho ya ha donado médula dos veces para la misma persona.

Igual de positiva ha sido la experiencia de Gonzalo Camacho, que se inscribió hace unos cuatro años en Redmo. En principio, "te dicen que tarda mucho o que incluso no te llaman, pero en mi caso fue al poco tiempo"; de hecho, no pasó ni un año cuando su teléfono sonó por ser compatible con una persona.

En ese momento, sintió "mucha ilusión", aunque "es cierto que siempre te hablan de una manera muy clara y te mentalizan de que posiblemente no sirva". Sin embargo, sus pruebas "salieron muy bien", por lo que había probabilidad de que la otra persona, que tenía más edad, lo aceptase bien. Al igual que María, la de Gonzalo fue una donación por aféresis y se produjo en septiembre de 2019 en el Reina Sofía, aunque al paciente se le complicó la situación y necesitó más células en julio de 2020.

Este joven explica cómo es el proceso: "Entras por la mañana a la zona de aféresis del hospital, sobre las 09:00, te ponen un catéter en cada brazo para crear un circuito desde el que recogen, a través de una máquina, las células que necesitan. En el momento en el que tienen la cantidad que el centro demandante le pide, la bolsa se envía lo antes posible". La donación suele durar hasta el mediodía, añade Gonzalo, aunque depende de la cantidad de células que tengan que obtener.

"Aunque no conozcas a esa persona, quieres que se ponga bien; tu historia está conectada con ella", dice Gonzalo

Después de la donación "te sientes un poco flojo, como si tuvieras el cuerpo entumecido", pero nada importante: "Yo salí andando, cogí un autobús y me dejó al lado de mi casa", explica. La sensación es de "mucha satisfacción" y "no es que estés ligado por las células, sino porque aunque no conozcas a esa persona, quieres que se ponga bien; al fin y al cabo tu historia está conectada con ella". "Es muy bonito y muy gratificante", concluye.

Hay que destacar que las personas que donen médula podrían volver a hacerlo en caso de que un familiar lo necesitara, ya que el cuerpo vuelve a fabricar esas células. Además, a los donantes se les ofrece una revisión médica anual durante cinco años y así "el donante se queda tranquilo de que todo va bien".

Para finalizar, María señala que "la gente tiene una idea equivocada de lo que es la donación de médula" y se ha dado cuenta, sobre todo, a raíz de contar su experiencia. Por eso cree que hay que dar mayor difusión a lo que implica ser donante y al poco esfuerzo que supone "para que la gente se anime".

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