Día de las Personas Sin Hogar

El refugio frente a la calle

  • La Casa de Acogida Madre del Redentor atendió a lo largo del año pasado a 167 personas

  • El centro cuenta con la colaboración desinteresada de 70 voluntarios

Día de las Personas Sin Hogar.

Día de las Personas Sin Hogar. / Rosell

La primera vez que Manuel López durmió en la calle, no recuerda qué edad tenía entonces, se bebió "tres cartones de vino" y se echó a dormir. "Soy un superviviente y no he tocado fondo nunca", admite ahora que vive en la Casa de Acogida Madre del Redentor que gestiona Cáritas Diocesana y a la espera de poder encontrar un trabajo.

Manuel tiene ahora 57 años y su cara tiene esos surcos que reflejan llevar una vida de intentar salir adelante de la manera que sea, sobrevivir al límite y también el tesón de querer seguir adelante. Tampoco recuerda con exactitud cuándo comenzó a vivir en este centro ubicado en el número 1 de la calle Familia Annea.

"¿La Feria de Córdoba es en mayo, no?", se pregunta, al tiempo que se responde así mismo: "Pues entonces, creo que llegué en junio o julio". Cordobés de nacimiento -nació en el barrio de San Agustín-, dice que ha vivido en casi toda España y que ha trabajado en todo lo que salía: en la basura, de barrendero, de pintor y de albañil.

"He hecho muchas cosas, hasta llevar un camión sin papeles", asegura. Dice también que hay cosas que "rompen la vida", como el alcoholismo o entrar el cárcel, y que en la calle "estás indefenso y vulnerable".

Manuel es una de las personas que viven en este espacio porque carece de medios, al igual que Jesús Gómez, cordobés de 34 años, que reside en la casa desde el pasado mes de febrero. Antes de tener que recurrir a esta opción, este joven trabajaba de repartidor de publicidad. Con el sueldo que recibía, según explica, "no cubría ni alquiler del piso y estuve a punto del desahucio, pero no llegó a estar en la calle".

Jesús vive ahora en la casa de acogida, pero asegura con firmeza que "aspiro a salir de aquí y tener un trabajo estable". Como avales para entrar de nuevo en el mercado laboral expone su formación académica: el graduado de Educación Secundaria y un curso de ayuda a domicilio. Además, subraya, "también estoy aquí de voluntario porque ya que nos dan un hogar, por lo menos hay que devolver lo que nos dan".

Un mes y medio es el tiempo que lleva Antonio Martín en este centro procedente de Cuba, junto a su mujer, Ada Díaz. Antonio tiene doble nacionalidad: la española –sus abuelos eran de Granada– y la cubana, mientras que esposa no, por lo que ahora están intentando encontrar trabajo para ella y conseguir, así, un permiso para quedarse.

"Vinimos por la situación económica de Cuba", relata, al tiempo que recuerda que durante toda su vida ha trabajado en la construcción y también en la hostelería. Su primer destino nada más llegar a España fue Granada, aunque desde allí llegaron a Córdoba a la casa de acogida. "Aquí el trato es familiar y nos ayudan mucho, pero queremos un trabajo para mantener una casa y no ocupar un espacio aquí", confiesa.

Los datos anuales

Aunque la estancia de todas estas personas es más que reciente, por la casa Madre del Redentor pasaron el año pasado 167 personas y cada una de ellas con historias únicas e irrepetibles. Según los datos facilitados por Cáritas Diocesana, como miembro de la Red Cohabita, en Córdoba capital una media de 275 personas padecen a diario los rigores del frío y la inseguridad de la calle.

Según los datos aportados por Cáritas, el Programa de Personas Sin Hogar ayudó el pasado a 802 personas. Sus edades oscilan entre los 35 y los 60 años en más de la mitad de los casos. Más de 63 % son españoles, seguidos de rumanos y marroquíes. Cáritas Diocesana de Córdoba, además, ha detectado en el último año un aumento de menores extranjeros no acompañados –denominados menas– que terminan viviendo en la calle y carecen de derechos vinculados al empadronamiento como asistencia sanitaria; en estos momentos la entidad eclesiástica atiende a cinco personas con este perfil.

El Programa de Personas Sin Hogar engloba los recursos de Casa de Acogida Madre del Redentor, el Hogar Residencia San Pablo, el Ala de baja exigencia, el dispositivo de atención en calle (UVI social) y los pisos Virgen de la Merced de atención a reclusos.

El trabajo en la cocina

En la casa de acogida trabajan 27 personas cada día, entre ellos, Auxiliadora Morilla, que está al frente de los fogones del centro, en el que trabaja desde hace casi diez años. La cocinera, que tiene 32 años, dice que tener un empleo de estas características en la casa Madre del Redentor es "una satisfacción porque das de comer a quien más lo necesita".

Y aunque no tiene trato directo con los comensales que cada día ocupan el comedor asegura que "poco a poco los vas conociendo" porque alguno sí que entra en los fogones de vez en cuando. Desde la cocina que dirige Morilla salen 40 comidas diarias y para su elaboración cuentan con un dietista.

El testimonio de los voluntarios

Toda la actividad que se lleva a cabo en este programa también es posible gracias a la participación de 70 voluntarios, que prestan cada día su ayuda de manera desinteresada. Entre ellos se encuentra Gema Polonio, que asegura que "ayuda en lo que puede".

Esa labor, cuenta, va desde el acompañamiento por la mañana a los usuarios de la casa a hacer todo tipo de gestiones o incluso al médico, y también en el turno del comedor. Gema es licenciada en Derecho, tiene un máster de Integración Social y Capacidad, además de un doctorado en Educación Primaria con mención en Pedagogía Terapéutica y al adentrarse en el mundo del voluntariado –lo hizo en 2007– "dejé el trabajo porque me cambió la vida"; ahora, da clases particulares y se está preparando unas oposiciones.

Esta decisión, explica, la tomó porque "aprendí valorar todas las cosas que tienes y ver una realidad diferente, además de conocer a personas que lo han perdido todo".

De su labor como voluntaria solo tiene palabras de agradecimiento y asegura que "es mucho más lo que recibes". Gema cuenta también que tantos años de voluntariado le han permitido ahora "poner nombre a las personas que están en la calle". "Te transformas por dentro", subraya.

Con ello comparte el lema que Cáritas ha elegido este año con motivo de la celebración del Día de las Personas Sin Hogar que se celebra hoy: Estoy tan cerca que no me ves. ¿Y tú qué dices? Di Basta. Nadie sin hogar.

Fernando Mariscal es otro de los voluntarios del Programa de Personas Sin Hogar y lo es después de haber recibido ayuda de Cáritas durante un tiempo.

"Llevo relativamente poco tiempo, más o menos dos años", resume, a lo que añade que decidió convertirse en voluntario porque "en un momento determinado de la vida Cáritas me ayudó y eso supuso descubrir un mundo totalmente desconocido para mí".

Este vallisoletano de nacimiento –que lleva en Córdoba desde hace cuatro décadas– dice que una de las peores cosas que pasan con las personas que viven en la calle es "su invisibilidad" para con los demás.

Por ello, confiesa que otra de las cosas que le llevó a ser voluntario fue porque "no pude mirar a otro parte y la implicación fue total". También él colabora en lo que puede casi todos los días en este programa "para cubrir las necesidades" que se presenten, desde el ya expuesto caso de acompañamiento al médico o hacer gestiones de carácter administrativo hasta salir con el dispositivo móvil de atención nocturna a personas sin hogar –un programa conocido como UVI social-.

Mariscal dice que "lo más difícil es establecer un contacto con ellos" y que cuando se consigue "es lo más gratificante". También él comparte con Gema la sensación de que esta labor le ha cambiado la vida "y me ha enganchado porque descubres un mundo que no conoces". "Son situaciones dolorosas y no puedes volver la cara", concluye.

Para celebrar esta fecha, Cáritas Diocesana ha organizado a lo largo de esta semana varias actividades, entre ellas, una jornada de puertas abiertas en la Casa de Acogida Madre del Redentor para dar a conocer su trabajo.

Otro de los actos que incluyó fue un acto de sensibilización en la plaza de la Corredera, hasta la que se desplazaron centros educativos que han colaborado durante el año en actividades con personas sin hogar, y escenificaron mensajes de apoyo y esperanza.

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