Arqueología y arquitectura, dos profesiones "condenadas" a entenderse en Córdoba

Encuentros culturales

Ana Zamorano y Curro Crespo hablan sobre urbanismo y el modelo de ciudad en un diálogo organizado por 'El Día de Córdoba'

Pintura y escultura: La búsqueda de un lenguaje propio, el esfuerzo y la vocación en el arte

La arqueóloga Aza Zamorano y el arquitecto Curro Crespo, en la puerta del Colegio de Arquitectos. / Miguel Ángel Salas

Hablar de arquitectura y arqueología en Córdoba puede resultar espinoso. En una ciudad construida sobre varias civilizaciones, es difícil no encontrarse restos arqueológicos en cualquier cata previa a una edificiación, lo que retrasa los tiempos establecidos para la obra.

A veces, la arqueología, la guardiana de nuestra historia, sale perdiendo en esa pugna, como ocurrió en el caso más doloroso para los arqueólogos cordobeses, la destrucción de Cercadilla para construir las vías del tren. Otras veces, se consigue la conciliación entre pasado y presente salvaguardando esos restos para futuras generaciones.

La arqueóloga Ana Zamorano y el arquitecto Curro Crespo dialogan sobre urbanismo, la necesidad de un modelo de ciudad más sostenible y la importacia de la arqueología en el quinto encuentro cultural organizado por El Día de Córdoba por su 25 aniversario.

Sus trayectorias

Ana Zamorano quiso dedicarse a la arqueología desde que estaba en tercero de BUP, cuando descubrió el arte antiguo. Por eso empezó la carrera de Filosofía y Letras en Córdoba con la intención de hacer la especialidad Historia del Arte ya que entonces no conocía la Arqueología como especialidad. Cuando llegó a la facultad se estaban iniciando las excavaciones en el Templo Romano, se apuntó para participar y se dio cuenta de que "lo que yo quería ser era arqueóloga". A partir de ahí todos sus veranos los pasó excavando.

Acabó sus estudios en la Universidad Autónoma de Madrid y justo entonces empezaron las excavaciones en Cercadilla. Se incorporó al equipo, con el que estuvo un año. "Fue muy duro para todos, muy duro", resalta Zamorano sobre este destrozo arqueológico cometido en Córdoba.

Ana Zamorano y Curro Crespo, en el interior del Colegio de Arquitectos de Córdoba. / Miguel Ángel Salas

De ahí saltó a la arqueología urbana, siempre vinculada con el Departamento de Arqueología de la facultad. "La arqueología urbana en ese momento era durísima porque los arqueólogos estábamos muy mal vistos por parte de la sociedad, se nos consideraba un retraso para el progreso de la ciudad continuamente y nuestro trabajo dependía de que nos contratasen, como sigue pasando, los constructores y las empresas para los que, en teoría, suponías un retraso para su obra", asevera.

Entonces, decidió irse a Nápoles, pero el entonces director de Medina Azahara la llamó para que trabajara en el conjunto arqueológico. Comenzó en 1995 y allí estuvo casi 20 años con consultorías técnicas que se iban renovando cada dos años. Ahora, Zamorano es docente en Secundaria, pero no se ha desvinculado de la arqueología y colabora con el Instituto Arqueológico Alemán.

Por su parte, Curro Crespo dio pruebas de su vocación mucho antes. Con solo cinco años ya decía que quería ser arquitecto. Le gustaba mucho dibujar y tenía el "típico juego de piezas de madera" para construir. "Desde entonces, nunca ha habido ninguna duda", apunta.

Crespo comenzó a estudiar la carrera en 1996 en Sevilla y le pilló la nueva ley del suelo promovida por el PP de Aznar. Los años finales de su etapa estudiantil coincidieron "con una época muy boyante para los arquitectos", pero cuando acabó la carrera "el panorama había cambiado radicalmente porque se había producido ya la crisis de la burbuja inmobiliaria y los arquitectos habíamos pasado de ser como puntales de referencia de la actividad económica a perfiles que, de repente, no sabían qué tipo de utilidad social podrían tener".

La arqueología urbana era durísima porque los arqueólogos estábamos muy mal vistos por parte de la sociedad"

"De hecho, desde ese momento de cambio hasta ahora la propia profesión no ha sabido encontrar esa función clara y univoca de qué tipo de servicio social presta", apunta. Entonces, empezó a colaborar en estudios de arquitectura en Sevilla y en Córdoba, algo que compaginó con actividades no profesionales pero relacionadas con la arquitectura como la difusión de la cultura arquitectónica. En 2017, Crespo montó junto al también arquitecto Antonio Lara una cooperativa de arquitectura, Amasce, que ahora mismo tiene como sede Espacio Plástico, un lugar de producción y creación que se encuentra en Almogávares.

Un trabajo codo con codo

La arqueología y la arquitectura son dos profesiones "condenadas al entendimiento", como dice Ana Zamorano, y más "en una ciudad como Córdoba, que es arqueología pura y la propia arquitectura será arqueología".

Dependiendo de la zona de la ciudad y de cómo esté recogida en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), la intervención por parte del arqueólogo será una u otra. A día de hoy, "eso está ya muy asumido y superado, no es como hace 30 años porque ahora se trabaja con unas cautelas que se cumplen desde el principio".

En este sentido, Zamorano indica que "a lo mejor en un momento determinado salen unos restos en zonas inesperadas y eso genera un poco más de conflicto porque no estaba previsto en el proyecto, pero se trabaja siempre en equipo". Y ya no solamente durante la excavación, sino que "si la Consejería decide que esos restos hay que conservarlos porque tienen la entidad suficiente, quien los integra es el arquitecto a partir de una colaboración con el arqueólogo; o sea, que la colaboración debe ser siempre fluida".

Ana Zamorano y Curro Crespo, en la biblioteca del Colegio de Arquitectos. / Miguel Ángel Salas

"Yo con los arquitectos nunca he tenido diferencias", reconoce la arqueóloga, porque "el problema lo tiene el promotor", añade Crespo, ya que "estamos hablando de que hay una ciudad cuya huella en el siglo XXI no ha llegado a la huella de la ciudad del siglo X, lo que significa que incluso cuando tú estás haciendo una promoción hoy en día en suelo rústico de la corona que rodea la ciudad, es bastante probable que te topes con un resto arqueológico".

El problema "tradicional o histórico" que ha tenido Córdoba es que la prospección arqueológica "se ha ido haciendo a golpe particular", tanto de personas que quieren construir algo para sí mismas o de operaciones de promoción para venta de viviendas, por ejemplo. En el momento en el que aparece la arqueología, "los tiempos de la actividad económica se paralizan y empiezan unos tiempos que son de investigación académica", lo que tiene "una repercusión muy importante", explica Crespo.

Eso es "el hándicap que tiene cualquier desarrollo actual en Córdoba y ha sido siempre así", puntualiza el arquitecto. En esa línea, añade que "en un tiempo en el que no había ningún tipo de vigilancia o no había mucha información se han cometido auténticas barbaridades", pero "hoy en día todo está muchísimo más regulado".

Hubo un tiempo en el que no había ningún tipo de vigilancia y se cometieron auténticas barbaridades", dice Crespo

Zamorano agrega que los arqueólogos tienen una directora en la Delegación de Cultura que nos revisa el trabajo", por lo que "no estamos solos": "Es muy importante que el arqueólogo no esté ni se sienta solo porque si no el enfrentamiento (con el promotor) es muy directo".

Por otra parte, Zamorano señala que "hay muchas intervenciones en edificios históricos en los que se planifica una intervención conjunta" entre arquitectos y arqueólogos "y suele funcionar muy bien". Al final, añade, "la arqueología es la que permite el conocimiento de la ciudad antigua y la arquitectura es la que mira hacia la ciudad futura".

¿Hacia dónde debería mirar Córdoba?

La devastación de Cercadilla, el olvido de la almunia que se ha incendiado recientemente en la ronda Oeste, la "barbaridad desde el punto de vista patrimonial" que se ha cometido en los arrabales occidentales... Son algunos ejemplos en los que ha habido choques de intereses que han acabado con la destrucción del patrimonio.

En Córdoba, asegura Zamorano, "ha habido muchísimas destrucciones bárbaras de patrimonio arqueológico, y eso se nos mirará en un futuro". Esta profesional apostilla que hay "modelos de desarrollo en ciudades como Mérida o Tarragona, que han apostado de una forma muy firme por su pasado, sin que el pasado signifique frenar el futuro". Pero, en el caso de Córdoba "hay que ver qué ciudad quieren, y si lo que quieren es crecer de una forma rápida, sin costes". "Una forma de crecer amnésica, como si no hubiera ocurrido nada", puntualiza Crespo.

Ana Zamorano y Curro Crespo, en la entrada del Colegio de Arquitectos. / Miguel Ángel Salas

Ahora "se conserva a lo mejor una vivienda, un aljibe... pero se conservan cosas descontextualizadas o se mueven de sitio" por lo que "la ciudad antigua está desapareciendo". "La ciudad está dejando de ser una ciudad superpuesta, que es lo que era, y eso es muy interesante", dice la arqueóloga, apuntando que "está siendo una ciudad vaciada".

Por eso, cree que "Córdoba debe pensar muy bien qué tipo de ciudad quiere ser y hacia dónde va" porque "es una ciudad bella, está reconocida mundialmente, es una ciudad muy amable, es una ciudad con unas temperaturas extremas, con un patrimonio muy rico... Córdoba debe pensar en eso principalmente, no en el turismo, que igual esto es duro decirlo, pero el turismo está muy bien si se hace de forma sostenible".

Córdoba en el siglo X era "una conurbación de tres ciudades, Medina Zahara, Medina Alzahira y la Qurtuba, y todas sus ampliaciones rebasan la ciudad actual", apunta el arquitecto. Ese es "el subsuelo con el que trabajas", por eso, si la ciudad va a crecer, "tiene que planificar", añade Zamorano.

El modelo de ciudad

Con respecto a la arquitectura, Curro Crespo explica que Londres está haciendo ahora mismo un plan a 75 años vista. Es decir, "está ya trabajando sobre qué tipo de ciudad quiere ser en 2100".

Si Córdoba hiciera lo mismo, "las proyecciones publicadas por la Junta de Andalucía para 2100 son 73 noches tropicales y unos 65 días por encima de 40 grados que, en realidad será que estaremos a 47, 48 o 49 grados". La temperatura media de la ciudad va a subir 2,3 grados, destaca, y eso "lo nota mucho la biodiversidad".

Ana Zamorano y Curro Crespo, durante en encuentro cultural. / Miguel Ángel Salas

Entonces, el futuro de la ciudad pasa por "identificar cuáles son los retos a los que se enfrenta, porque lo que precisamente nos cuenta la arqueología es que las ciudades muchas veces han acabado desapareciendo o quedando obsoletas precisamente por no ser capaces de adaptarse a situaciones sobrevenidas, que pueden ser de carácter antrópico, humano o natural".

A esto, Crespo añade que la logística, el turismo o la cultura "son actividades o manifestaciones, pero no son modelos urbanos". "Tú no puedes tener una ciudad basada en el turismo, eso no es un modelo urbano ni es un modelo económico", asevera. Sin embargo, "un modelo urbano, por ejemplo, tendría que saber cuál es el papel de los barrios dentro de la estructura de la ciudad, cuál es el modelo de crecimiento o si tiene sentido la forma en la que se están haciendo los nuevos crecimientos dependientes del vehículo".

Este profesional piensa que hay "un vaciamiento de política urbana con respecto a la comprensión de qué tipo de ciudad queremos ser". Y tampoco hay proyectos de ciudad como tales. "El último quizás fue el de la Capitalidad Cultural, que fue un proyecto fracasado", recuerda Crespo. Ha habido "un amago" de intentar ser Capital Verde Europea, pero "tampoco ha fructificado".

En esa línea, indica que "hay una especie de vacío" y "cuando uno ve otras ciudades se da cuenta de que las ciudades necesitan guías y proyectos, pensar a largo plazo, planificar qué quieren ser" y ahí, agrega Zamorano, "el patrimonio en el caso de Córdoba es fundamental". Sin embargo, "es una ciudad que tiene su patrimonio abandonado".

El plan urbanístico

Desde que se hizo el primer Plan General de Ordenación Urbanística en el año 58 hasta la actualidad, el crecimiento de Córdoba ha sido "bastante comedido, a pesar del fenómeno de las parcelaciones ilegales, pero ese es otro tema", incide Crespo. Sin embargo, apostilla que la Unión Europea está trabajando en una directiva que plantea en el escenario de 2050 como un año en el que dejar de consumir metro cuadrado de suelo más para el crecimiento urbano". La idea es que la política urbana se base en "la densificación del suelo ya construido: es mejor densificar el suelo construido que comerle un metro cuadrado al campo para construir ciudad nueva".

Entonces, "los crecimientos que estamos viendo de Córdoba, en principio, dentro del marco de política urbana, serán posiblemente los últimos grandes crecimientos porque en la política se está hablando de densificar la ciudad".

Por otro lado, el arquitecto indica que, con respecto a la ciudad existente, "Córdoba tiene un problema porque, como la mayor parte de las ciudades españolas, tiene un enorme parque de vivienda social construido entre los años 50, 60, 70 y principios de los 80 que no está adaptado ni por accesibilidad ni por eficiencia energética".

Las ayudas que está dando la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento "están haciendo transformaciones, pero van muy lentas y muy con cuentagotas", por lo que "hay un problema de vulnerabilidad urbana muy fuerte". "Si son viviendas que no cumplen estándares de eficiencia energética, no son accesibles y hay un panorama de cambio climático, con endurecimiento de las condiciones climáticas, no es descabellado pensar que en 30 años te vas a encontrar con un problema de salud generalizado en la ciudad, además en una población que está tendiendo al envejecimiento", asevera Crespo.

Ahora mismo, la renovación de las barriadas históricas de la época del desarrollismo debería ser "un tema central del que no me consta que se esté haciendo nada al respecto, salvo las ayudas puntuales a comunidades, con los problemas que suelen tener las comunidades de vecinos simplemente para probar un ascensor".

"En Córdoba, hay un problema de vulnerabilidad urbana muy fuerte" con las viviendas de las barriada históricas

Hace una década, la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona propuso un modelo de supermanzanas para Córdoba, una opción de modelo urbano que nació en la Ciudad Condal y se proyectó en Córdoba con un plan urbano de movilidad urbana sostenible y espacio libre. "Era un modelo teórico y se desechó", explica el arquitecto, que cree que este "quizá ha sido el último intento de pensar un modelo y proponerlo a escala general".

Sin embargo, "ahora se pretende plantear como modelo urbano el Anillo Verde del Ayuntamiento de Córdoba" diciendo que "viene recogido en la propuesta del Plan General del 2001; un Plan General que se aprueba en 2001, se redacta a mediados de los 90 y estamos en 2025", por lo tanto "habría que ver qué nivel de capacidad de respuesta tiene ese modelo para los problemas actuales y los que van a aparecer dentro de diez o 15 años", concluye Crespo.

Tanto Curro Crespo como Ana Zamorano creen que lo idel seria un modelo de ciudad en el que medio ambiente y patrimonio vayan de la mano. "Nuestro medio tiene un suelo natural con presistencia arqueológica, que es la memoria de la ciudad, por lo que el modelo que tú propongas tiene que pensar eso como un valor porque es lo que la hace única, no como un problema", insisten ambos.

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