Córdoba

El Puente Romano se abre hoy tras dos años de restauraciones

  • El paso será inaugurado por Manuel Chaves y quedará abierto a los peatones a las 13.00 · La imagen renovada del monumento provoca un debate social sobre el resultado de la intervención arquitectónica

El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, inaugurará hoy a las 13.00 horas el Puente Romano una vez concluidas las actuaciones de restauración del monumento, que comenzaron el mes de octubre del año de 2005. En realidad, se trata de la enésima vez que el monumento es modificado en su historia producto de la multitud de avatares que jalonan su centenaria fábrica. Riadas del Guadalquivir, ruinas producidas por obras realizadas con pocos medios y peores materiales o destrucciones realizadas por caudillos militares para que sus tropas no fuesen perseguidas están inscritas en la piel de un puente conformado en icono de ciudad, como lo demuestra que la edificación forme parte del escudo de Córdoba.

Esta intervención que acaba en 2008 es de las pocas que se ha centrado en el valor del monumento en sí mismo, una vez que el Ayuntamiento decidió en el anterior mandato municipal cerrar el tablero del Puente Romano al paso de vehículos. El proyecto realizado por el arquitecto Juan Cuenca, que ha sido el director de la obra, ha arrojado la imagen de un monumento mucho más limpio, despojado de adherencias impropias y, además, dotado de una serie de novedades estéticas que han provocado un debate social y político en Córdoba sobre las consecuencias de la intervención y su aspecto contemporáneo.

La parte más desconocida de la obra, y sin embargo la más importante, es la consolidación de la estructura del Puente Romano. Las autoridades disponían desde hace de años de informes sobre las patologías que aquejaban al monumento, que amenazaba desplome en algunas de sus secciones. Dicha consolidación estructural ha consistido en la inyección de cemento en los cimientos para fortalecer las zonas agrietadas, consolidar el lecho de sillares sobre el que se establece la construcción y reforzar toda esta zona mediante una estructura de acero al carbono que se encuentra oculta por las aguas. Además, se ha limpiado el cauce a esa altura para despojarlo de todo lo que el río ha depositado a los pies del monumento.

El Puente Romano no es una construcción al uso. En realidad, es la suma de sus destrucciones y reconstrucciones, el reflejo de la historia de una ciudad con la piel endurecida. Los más de 280 metros de longitud y 16 arcos han sido conformados en sucesivas intervenciones como demuestra que se mezclen construcciones medievales y añadidos posteriores. El espíritu del proyecto -independientemente de las cuestiones estéticas a debate- ha consistido en volver a la estampa del Puente Romano del siglo XIX, antes de que se produjesen las dos reformas del siglo XX (en la década de los 20 y los 50), encaminadas a facilitar el paso de vehículos sobre el tablero, coincidiendo con el trazado de la carretera nacional.

Los nuevos tiempos precisan de nuevas fórmulas. El Puente Romano no es ya el vado de conexión entre las dos orillas del río. Ni siquiera constituye un enclave estratégico de las comunicaciones de la ciudad como paso entre la zona Sur y el resto de barrios sustituido por los pasos de San Rafael, Miraflores, El Arenal y Andalucía. Hoy, el Puente Romano es, fundamentalmente, un bien histórico, de calidad de vida y turístico. Su función, reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, tiene más que ver con la conformación del Guadalquivir como un paseo fluvial agradable para los peatones y que sirva de marco a la potente actividad económica que da el turismo para la ciudad de Córdoba.

Es en ese contexto en el que se han tomado determinadas decisiones de la obra, como la utilización de losas de corte industrial de granito para establecer un paseo peatonal o la modificación de los pretiles, lo que ha proporcionado un aspecto rabiosamente contemporáneo al tablero del paso fluvial, que no ha sido exactamente bien visto por determinados sectores de la ciudad.

La gran aportación del proyecto al estado futuro del Puente Romano, no obstante, es la magnífica visión de la piedra limpia, del puente sin maquillajes. Es cierto que ha perdido el color ocre que todos los cordobeses tenemos en la retina como lugar de mil paseos. Pero el proyecto ha ganado en verdad histórica. Durante los años 20, como explicaba el pasado domingo el arquitecto Juan Cuenca en una entrevista con este periódico, el puente fue revestido de una capa de cemento Portland como una fórmula de endurecer la estructura del monumento para hacer frente a las avenidas del Guadalquivir, todavía no tan regulado como ahora y por tanto sometido a los vaivenes del clima. Esa capa de cemento, sumada a los años y a la acción del agua y la vegetación -que enraizó y de qué manera en la estructura- es lo que proporcionó el color del puente. Ha tenido que ser retirada utilizando equipos que lanzan chorros de arena a presión, un paso previo al proceso de recomposición de los sillares dañados. Algo parecido a un peeling, el tratamiento de retirada de células faciales que realizan los salones de belleza. Es la nueva cara del Puente Romano.

Hoy, Manuel Chaves cortará la cinta que dará paso al monumento desde su estribo del Paseo de la Ribera. Lo hace, curiosamente, por una carambola. Inicialmente, la Junta de Andalucía iba a construir el Puente de Miraflores. El ex teniente de alcalde de Urbanismo José Mellado tomó la decisión de financiar esa obra mediante un convenio urbanístico con una filial del Grupo Prasa y negoció que se reorientaran esos fondos para una macrointervención en el eje monumental. Hasta 2010, el Gobierno andaluz gastará 30 millones de euros en la zona. Los dos proyectos del Puente Romano, la consolidación estructural y la restauración, han consumido casi un tercio de ese presupuesto. Trece millones de euros en una revisión emblemática, poliédrica y polémica de una reconstrucción más de la obra civil más señera de Córdoba.

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