Tribuna

Mil mentiras no hacen una verdad

  • La ilusión, el deseo y los sueños pueden ser estupendos. Pero no son verdaderos ni reales

Patio de los naranjos de la Mezquita-Catedral.

Patio de los naranjos de la Mezquita-Catedral.

Un amigo me ha retado a definir qué es la libertad y la relación que tiene con la verdad. No creo que sea capaz de lograrlo, tan solo lanzo un brindis a los que quieren ser libres, y una invitación a que la busquemos. Pienso que está en el ADN del ser humano, puede marcar su destino y puede elegir su futuro. Con la libertad podemos alcanzar la felicidad, es la fuerza-energía para encontrar nuestro bien y desde ahí hacer el bien. Elegimos y no siempre adecuadamente. Tomamos decisiones equivocadas que aparentan un bien, pero que son falsas y hacen daño.

Constatamos que la libertad se puede volver en nuestra contra. Esto nos dice que esa energía estupenda, como la nuclear, tiene sus reglas. La puedo usar con provecho o puede causar desastres. Para que funcione debe conectar con la bondad y la verdad. Si lesiona, si daña, no sirve.

¿Y la verdad qué tiene que ver? Parece obvio, nadie quiere perjudicarse, la inteligencia muestra que eso que quiero es bueno, o al menos un bien para mí; pero si no lo es, si solo tiene la apariencia, al elegirlo me estoy equivocando, no soy libre. Conocer la verdad es la premisa de la libertad.

¿Y qué es la verdad? ¿Existe? En estos momentos es la Cenicienta mal considerada y en el fregadero. Pero existe y nos importa. No he visto padres que le guste que les mientan sus hijos, ni esposos que les encante que el cónyuge les engañe, tampoco que nos den gato por liebre en los comercios. La apreciamos porque es la realidad, lo que hay: hace calor, 35 grados a la sombra; llueve, las calles están mojadas; soy mileurista; mi mujer es Lola y no Cayetana; la verdad es lo que es, nos guste o no.

La ilusión, el deseo, las buenas intenciones, los sueños pueden ser estupendos. Pero no son verdaderos ni reales. Puedo soñar con Dumbo, me puede hacer una gran ilusión volar con las orejas, incluso puedo estar convencido de que es lo mío; pero una inmensa prótesis de orejas y de nariz, no me convierte en un simpático elefante. Soy lo que soy, lo que marcan mis genes, el que nací de mi madre, por más que invierta en cirugía o digan las ideologías.

Tampoco la repetición de falsas noticias hace una verdad. Mil ruedas de prensa pueden decir lo que sea, pero los números son los números: dos más dos siempre son cuatro. Si tomo decisiones partiendo de datos falsos me equivoco, engaño a los demás y no soluciono nada. Puedo pensar, desear, que un fármaco me puede curar: tiene un color muy bonito, me vendría bien, pero sería una temeridad tomarme unas píldoras que no están contrastadas por buenos científicos. Buenos, porque ni la ciencia se libra de la mentira, por muchos médicos que digan que un feto no es un ser humano, sabemos que basta dejarle crecer para tener un bebe precioso.

Hoy es Pentecostés. La gran fiesta de la Iglesia, se podría decir que su cumpleaños. Nos dice Jesús: “Cuándo venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena”. Cristo, que es la Verdad, nos manda al Espíritu Santo para que la encontremos. Es muy difícil librarse del engaño, de la mentira, del pecado. Todos hemos caído en sus oscuros lazos. No podemos presumir de estar en posesión de la verdad. De hecho, la experiencia dice que cuando más convencidos estábamos de algo, más equivocados estábamos: nos faltaban datos, estábamos ofuscados… El Único que no puede equivocarse, es, el que es la Verdad. Cuando contemplamos el “Esplendor de la Verdad” somos más libres. Los creyentes sabemos que necesitamos la ayuda de Dios para librarnos, para romper las ataduras del pecado, para sanar nuestra ignorancia. Él nos hace libres.

Verdadero es lo que es, luego están los sueños, las ilusiones, las quimeras. Desgraciadamente algunos pretenden vivir al margen de la realidad, además son encantadores de serpientes, o flautistas de Hamelin, con mucho éxito en arrastrar, como en el cuento, a las ratas y a los niños; desgraciadamente también a muchos adultos que no son más que voluntarios galeotes. El gran enemigo de la libertad es la ignorancia. La mentira sabe camuflarse, tiene una gran capacidad de mutar, de esconderse, se defiende como gato panza arriba, como los virus.

Para ser libres debemos buscar la verdad, ser realistas, no dejarnos engañar, y fortalecer nuestra voluntad para querer solamente lo que es bueno para nosotros y para los demás. Y no olvidar que es un bien tan codiciado que muchos lo quieren robar. Para ser libres hay que romper con todo lo que nos esclaviza. ¿Busco la verdad? ¿Sinceramente puedo decir que quiero ser libre?

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